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EDITORIAL

Grecia y Venezuela, dos tremendas advertencias

Si al final seguimos ese infausto derrotero no podremos alegar ignorancia.

Grecia y Venezuela están viviendo tiempos dramáticos. Grecia y Venezuela están padeciendo los estragos del socialismo, la incompetencia y el populismo desatados. Las imágenes y los datos que nos llegan de ambos países son desoladores y demoledores.

Nada garantiza que los españoles vayamos a escarmentar en cabeza ajena, pero si no lo hacemos no podremos alegar posteriormente desconocimiento: ahí tenemos, en directo y frente a nuestros ojos, una nueva demostración de la devastación inherente al socialismo y al populismo.

Es cierto que el camino que han seguido griegos y venezolanos es diferente, pero tiene demasiados puntos en común como para que los pasemos por alto: el Estado hipertrofiado e irresponsable, la intervención prácticamente absoluta en una economía en la que la iniciativa privada se ahoga, el gasto desmedido y presuntamente social...

Es, en definitiva, la receta que Podemos propone a los españoles, una receta cuyo final siempre es el mismo: pobreza, carestía, inflación desbocada, desabastecimiento… miseria y hambre, en suma. Y es un final que llega antes o después, en función del tiempo que pueda el Estado seguir endeudándose antes de que le pillen trampeando las cuentas o de la cotización del barril de petróleo; pero indefectiblemente llega.

Es obvio que ahora los dirigentes de Podemos tratarán de separar su suerte de la de los que han sido sus referentes, pero eso no debe engañar a nadie: la Grecia de Syriza y la Venezuela del chavismo son los espejos en los que se han mirado y son lo que verdaderamente proponen para España. Por otro lado, no hay que equivocarse pensando que nuestras instituciones y nuestra economía son demasiado sólidas como para que logren llevarnos por ese camino. Como bien proclaman con el propio nombre de su formación Pablo Iglesias y sus secuaces, podrán hacerlo… si les dejamos.

Todavía está en nuestra mano evitarlo, todavía podemos contemplar la desgracia de Grecia y la tragedia de Venezuela y decidir que no es eso lo que queremos para España. Basta abrir los ojos… y no dejarse engañar por el discurso del odio y el resentimiento envidioso.

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