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EDITORIAL

Una Monarquía renovada para revitalizar la Nación

No es extraño que quienes aun aspiran a que la Corona sea cauce para sus proyectos de ruptura no hayan aplaudido el espléndido discurso del Rey.

Más aun que el despliegue y el ceremonial que ha rodeado la proclamación de Felipe VI –mejorable pero muy emotiva y mucho menos acomplejada y minimalista que lo anunciado en un primer momento–, lo más destacable del comienzo de este reinado ha sido el magnífico discurso pronunciado por el joven monarca ante las Cortes Generales tras jurar lealtad a la Constitución.

Más que a los representantes electos de los ciudadanos, parecería que el nuevo rey hubiera pretendido dirigirse directamente a los españoles al expresar su amor y su voluntad de servicio a nuestra "gran nación", al reivindicar los principios de la Monarquía parlamentaria como "cauce para la cohesión" y al comprometerse a “velar por la dignidad de la Corona, a preservar su prestigio y observar una conducta íntegra, honesta y transparente".

No menos reseñables han sido los llamamientos de Felipe VI a "revitalizar" las instituciones y a "fortalecer" la "cultura democrática", o su reivindicación de la "separación de poderes" y su compromiso de “respetar en todo momento la independencia del Poder Judicial”. También muy encomiable, especialmente en estos tiempos de olvidos, indignidades e injusticias, ha sido el recuerdo que ha querido brindar a las víctimas del terrorismo y su afirmación de que, junto a nuestro mayor afecto, "la victoria del Estado de Derecho será el mejor reconocimiento a la dignidad que merecen".

Consciente de la dramática situación, no sólo económica, que vive España, Don Felipe no sólo ha hecho referencia a los millones de personas que están en paro, sino que ha advertido de la necesidad de preservar y fortalecer la unidad de la Nación como mejor forma de encarar el futuro. Así, Don Felipe ha querido "reafirmar como rey" su "fe en la unidad de España, de la que la Corona es símbolo"; unidad, tal y como ha señalado, "que no es uniformidad, desde que en 1978 la Constitución reconoció nuestra diversidad como una característica que define nuestra propia identidad".

Aun sin hacer mención expresa al grave desafío secesionista en Cataluña, especialmente oportuno ha sido el Rey al afirmar:

En esta España, unida y diversa, basada en la igualdad de los españoles, en la solidaridad entre sus pueblos y en el respeto a la ley, cabemos todos; caben todos los sentimientos y sensibilidades, caben las distintas formas de sentirse español. Porque los sentimientos, más aún en los tiempos de la construcción europea, no deben nunca enfrentar, dividir o excluir, sino comprender y respetar, convivir y compartir.

No es de extrañar que quienes aun tienen la desfachatez de aspirar a que la Corona sea un cauce para sus proyectos de ruptura no hayan aplaudido el espléndido discurso de Don Felipe. Pero eso no es preocupante. Lo preocupante sería que las esperanzas que pueda haber suscitado el discurso del Rey en esa inmensa mayoría de españoles que quieren seguir siéndolo se vieran frustradas por el quehacer –más bien inmovilismo– de sus representantes.

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