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EDITORIAL

Una oportunidad para Venezuela

Hoy el socialismo bolivariano puede dar el primer paso en su camino de vuelta al basurero de la Historia, el lugar del que nunca debería haber salido.

Las elecciones legislativas que tienen lugar hoy en Venezuela tienen un significado y un alcance político que van mucho más allá de la mera renovación de escaños en la Asamblea Nacional. Por primera vez en quince años, la oposición democrática está en disposición de asestar al chavismo un duro golpe que puede significar el principio del fin del sistema más corrupto, ruinoso y totalitario que ha padecido el país caribeño a lo largo de su Historia.

Una victoria de las formaciones contrarias al chavismo, reunidas en torno a la Mesa de Unidad Democrática, sería el primer paso para que el pueblo venezolano comience ver con alguna esperanza el final de un sistema político que ha empobrecido a los ciudadanos y corrompido sus instituciones a una velocidad jamás vista en ningún otro lugar del mundo.

Las encuestas vaticinan una victoria de la oposición democrática que, en el caso de alcanzar una mayoría cualificada, impediría a los chavistas liderados por Maduro aprobar leyes habilitantes y realizar otras maniobras desesperadas para mantenerse en el poder a pesar del mandato de las urnas. El chavismo, por boca del penoso heredero de su fundador, ya ha afirmado que su revolución es irreversible, lo que pone de manifiesto la ausencia de escrúpulos de esta banda totalitaria y su determinación a mantenerse en el poder, recurriendo a todo tipo de maniobras a poco que la aritmética parlamentaria les otorgue alguna oportunidad.

La comunidad internacional ha entendido el alcance de estas elecciones legislativas venezolanas y en las cancillerías abundan estos días los llamamientos a que la consulta electoral se realice con todas las garantías democráticas. Esa práctica unanimidad internacional en defensa del derecho de la oposición concurrir a los comicios en libertad contrasta con el papel lamentable ejercido por Rodríguez Zapatero, que no ha tenido empacho en aceptar la invitación del chavismo para ejercer unas presuntas funciones de observador en condiciones que sólo pueden mover a la hilaridad.

El ex presidente del Gobierno de un país europeo no puede fungir de valedor de un régimen que encarcela a los líderes de la oposición, vulnera los derechos humanos e insulta a dirigentes españoles sin el menor rubor. Zapatero lo ha hecho, colocando su imagen pública en una situación más patética de lo que ya lo estaba, dada su afición a realizar oscuras visitas a las dictaduras más siniestras del continente americano. Otro tanto cabe decir de los dirigentes de Podemos, cuyos lazos con lo peor del chavismo vuelven a ponerse de manifiesto en el silencio clamoroso que están manteniendo cuando el pueblo venezolano, arruinado por el régimen que ellos han asesorado, atisba por primera vez un rayo de esperanza.

Por primera vez en tres lustros, el pueblo venezolano afronta unas elecciones con alguna esperanza de salir de la pesadilla chavista. Hoy el socialismo bolivariano puede dar el primer paso en su camino al basurero de la Historia, el lugar del que nunca debería haber salido. Allí debe quedar, enfangado junto al prestigio de los personajes y grupos políticos que han actuado como sus lacayos incondicionales sin el menor rubor.

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