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HISTORIA

La influencia soviética en la Guerra de España. Un balance

Los enfoques de la intervención de Stalin en nuestra guerra civil suelen centrarse en las aportaciones de material militar. Esto es, ya de por sí, un error, que se ve agravado por otro no menor: la suposición de que la guerra se decidió por el volumen de las aportaciones (aviones, tanques, artillería, etc.) que recibió cada bando.

Los enfoques de la intervención de Stalin en nuestra guerra civil suelen centrarse en las aportaciones de material militar. Esto es, ya de por sí, un error, que se ve agravado por otro no menor: la suposición de que la guerra se decidió por el volumen de las aportaciones (aviones, tanques, artillería, etc.) que recibió cada bando.
Stalin.
La intervención soviética tuvo en común con la alemana e italiana el envío de armas, voluntarios y algunos instructores. Los envíos soviéticos fueron muy superiores en tanques y algo inferiores en aviación, las dos armas comúnmente más consideradas, por el papel que tendrían luego en la guerra mundial; e inferiores también en número de voluntarios, pese a las campañas de alistamiento a las Brigadas Internacionales.
 
Pero otras facetas de la intervención soviética, sin parangón con la de las potencias fascistas, tuvieron mucha mayor relevancia. En primer lugar, el PCE dependía de Moscú, como ocurría con los demás partidos de la Comintern. Los verdaderos jefes de esos partidos solían ser los consejeros designados por la central moscovita, y la completa sumisión del PCE a las directrices soviéticas (de la "patria del proletariado") no admite duda alguna. Ni remotamente tuvo la Falange un carácter similar en relación con la Alemania hitleriana o la Italia de Mussolini: aun simpatizando con ambas, fue un partido plenamente independiente de ellas.
 
Sería difícil exagerar el peso de la política soviética ejercida a través del PCE. Al recomenzar la Guerra Civil, en 1936, dicho partido era pequeño, aunque muy influyente por su disciplinada militancia y su connivencia con el PSOE de Largo Caballero, que constituía una formación muy poderosa. Ya en los primeros meses de la contienda, y sobre todo a raíz de la decisiva batalla de Madrid, en noviembre de 1936, el PCE se convirtió en una fuerza decisiva, en parte porque el envío del oro a Moscú ponía al Frente Popular bajo la tutela de Stalin, en parte porque los comunistas propugnaban una política militar más efectiva que la de los comienzos, fracasada ante las pequeñas columnas del ejército de Marruecos. Tanto fue así que ya en mayo de 1937 pudo el PCE derrotar su ex aliado, el Lenin español, que venía mostrándose indócil a las exigencias soviéticas, y a los anarquistas, en su feudo catalán. Desde ese momento los comunistas se hicieron hegemónicos y marcaron la línea a través de Negrín.
 
En la imagen, la estatua de Largo Caballero instalada en los Nuevos Ministerios de Madrid.Otra característica de la intervención soviética sin correspondencia en el bando nacional atañe al poder que alcanzaron sus asesores, como quedó de manifesto, por ejemplo, en su sabotaje al plan de Largo Caballero de contraatacar a los nacionales por Extremadura. Dichos asesores suelen atribuirse en sus memorias un papel determinante en el planeamiento y conducción de las operaciones. Sin duda exageran, como ya mostró Ramón Salas Larrazábal, aunque no tanto como éste supuso.
 
Cuando se habla del poder soviético ha de aludirse también al NKVD, que no sólo operaba por su cuenta y tenía cárceles secretas para el Gobierno español, sino que inspiró y de hecho dirigió el SIM, la brutal policía política fundada por Prieto, factor clave para el control de la retaguardia y la disciplina en el frente.
 
Estos hechos convirtieron al Frente Popular, de modo cada vez más profundo según avanzaba la contienda, en una dependencia del Kremlin. Si la guerra se hubiera desarrollado a su favor, no cabe duda del resultado, por lo demás reconocido por la Pasionaria y otros: la conversión de España en una "república democrática popular" al estilo de las de los satélites de la URSS. Pero, pese al férreo disciplinarismo impuesto en el frente y a la disciplina política impuesta a sus socios "republicanos", a menudo por medio del terror, la guerra marchaba mal, de modo que anarquistas, burgueses y parte de los socialistas terminaron rebelándose contra la hegemonía de Stalin. Y así terminó la contienda: sintomáticamente, con otra guerra civil entre las izquierdas.
 
¿Se mantuvo la política de Stalin igual durante todo el conflicto? Creo que sí, en lo esencial. La contienda le ofrecía una magnífica ocasión de hacer estallar la guerra europea, que él daba por descontada, entre las democracias y los fascismos, y no entre Alemania y la URSS. Por ello trató de mantener vivo el foco de España todo el tiempo posible, mediante una línea contradictoria (contradicción "dialéctica", en su enfoque): atraer la intervención de Inglaterra y Francia insistiendo en el democratismo del Frente Popular y, al mismo tiempo, controlar férreamente el Frente Popular con sus agentes comunistas: sin ese control, las izquierdas habrían perdido la guerra muy pronto.
 
La estrategia soviética no se opone a la búsqueda de un acuerdo con Hitler en la fase final de la contienda –incluso antes, si hemos de creer a Krivitski, cuya información han solido despreciar los proestalinianos–. Aún durante la lucha por Cataluña, a finales de 1938, Moscú hizo un último esfuerzo, enviando a España las mayores remesas de armas hasta esa fecha. El pacto en ciernes con Hitler no excluía la conveniencia de mantener el foco de inestabilidad español a espaldas de las democracias. Sólo en 1939, cuando ya no tenía medio material de hacer llegar armas, el Kremlin dejó que los sucesos españoles siguieran la inercia creada años atrás.
 
Una observación final sobre la tesis de algunos historiadores más ignorantes de lo admisible en cuestiones militares, según la cual la guerra se decidió por las aportaciones de material y voluntarios de uno y otro bando.
 
Un soldado soviético coloca la bandera de la URSS en lo alto del Reichtag.Sin armas no se puede luchar, pero la derrota de los más numerosos y armados ha sido muy frecuente en la historia. En la guerra ruso-finesa del 39-40 la ventaja material soviética era de diez a uno y más, y sin embargo la URSS sufrió graves reveses; terminó imponiéndose, pero no logró liquidar la independencia de Finlandia, como deseaba, y ganó a un coste abrumador: en sólo tres meses hubo el doble de muertos, rusos en su inmensa mayoría, que en los frentes españoles durante tres años. Cuando Alemania invadió Polonia, en el frente contrario Francia e Inglaterra se encontraron en una superioridad simplemente absoluta... y no les sirvió de nada. El ejército alemán venció rápida y sucesivamente a los ejércitos polaco, danés y noruego, y luego, de un golpe, al holandés, al belga, al inglés y al francés, pese a su inferioridad material frente al conjunto de ellos, incluso ante el francés sólo. En el norte de África, los italianos, material y numéricamente muy superiores a los ingleses, encajaron derrota tras derrota; a su vez, los alemanes, en gran desventaja material, ocasionaron a los británicos derrotas muy dolorosas. También el ejército ruso tenía ventaja material sobre el alemán al comenzar la Operación Barbarroja. Useños y británicos sólo pudieron vencer a los alemanes, y aun así con grandes dificultades y reveses, acumulando superioridades de siete a uno y más en aviación y tanques: unos grados de superioridad que no se dieron jamás en ningún bando en España. Y la decisión de nuestra guerra civil estuvo muy cerca de alcanzarse en los primeros meses, siendo los nacionales, en conjunto, muy inferiores materialmente.
 
Fue la conducción de la Guerra Civil por uno y otro bando lo que decidió el resultado, y en dicha conducción entra la obtención de armamento extranjero, que los nacionales adquirieron en condiciones incomparablemente menos onerosas, económica y políticamente, que sus adversarios.
 
Como balance, puede decirse que la intervención soviética estuvo cerca de decidir la victoria izquierdista en noviembre de 1936, alargó en 27 ó 28 meses un enfrentamiento armado que pudo haberse resuelto en los primeros cinco meses de lucha con un coste enormemente menor, cambió una pequeña guerra de columnas en una movilización de ejércitos de más de un millón de soldados y sólo falló por cinco meses en enlazar con una guerra mundial que habría multiplicado las muertes y devastaciones.
 
No obstante, a historiadores tipo Viñas, Preston, Moradiellos y tantos más, ese enorme sacrificio les parece muy bien porque, según ellos, Stalin y el Frente Popular ¡defendían la libertad! Posiblemente nunca se ha lucubrado una historia tan disparatada en ningún ámbito universitario serio, pero estos señores siguen erre que erre, negándose a un debate con un mínimo de racionalidad y atacando personalmente a quienes discrepamos.
 
 
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