Menú
ASUNTOS EXTERIORES

Tercera vía made in USA

Howard Dean es la nueva estrella del Partido Demócrata norteamericano. Es médico y ha sido gobernador de Vermont, un pequeño Estado de poco más de 600.000 habitantes. También es el único, de los políticos demócratas que por ahora se ha postulado a la Presidencia en las elecciones de 2004, que ha conseguido suscitar un cierto interés.

Su primera baza, y por ahora la fundamental, ha sido muy sencilla. Howard Dean ha estado siempre en contra de la guerra de Irak. Esa posición militantemente antibelicista le valió una gigantesca popularidad entre la izquierda de Hollywood y de Beverly Hills. Dean era y sigue siendo de los escasísimos políticos norteamericanos que se han atrevido a hacer suyo el dilentatismo progresista de personajes que identifican el progresismo con el filoislamismo y la defensa de Sadam Husein, gente como Susan Sarandon, Rob Reiner y otros que no se bajarán nunca de la limusina, ni siquiera cuando van a dar un mitin (incluso cobran por ello, como pretendió hacer Susan Sarandon hace poco tiempo.)

Esa posición no le proporcionó popularidad sólo en las mansiones y las fiestas del Hollywood de izquierdas. La posición de Howard Dean llenaba un vacío programático y político que afecta al propio Partido Demócrata. Los políticos demócratas con responsabilidades han respaldado sin apenas fisuras a Bush en la guerra contra el terrorismo. Más aún, las elites intelectuales y políticas demócratas (aunque de esto hablaremos otro día) tienen la sensación de que Bush, en cierto modo, les ha robado esta guerra, que este conflicto lo tenía que haber liderado Clinton, y que era el Partido Demócrata el que ahora debía estar rentabilizando el éxito de haber desalojado del poder al neonazi Sadam Husein y estar remodelando el nuevo orden mundial.

Eso no lo comprenden los progresistas españoles ni las estrellas del Hollywood, tan proislamistas como nuestros progresistas. Tampoco lo entiende buena parte de lo que podríamos llamar, en términos europeos, las bases del Partido Demócrata. De hecho, en este sector de la opinión norteamericana siguen vigentes conceptos propios del siglo XX, de la guerra fría y de las ideologías socialistas vigentes por aquel entonces. Howard Dean lo comprendió, y obtuvo un enorme éxito político con su campaña de recaudación de fondos por Internet. En muy poco tiempo consiguió 7,6 millones de dólares en pequeñas donaciones, procedentes de casi 60.000 personas.

Esos han sido sus avales ante la opinión pública: su antibelicismo y su carisma de outsider, ajeno a los círculos washingtonianos. Vermont es —o por lo menos eso se ha dicho siempre— un pequeño islote de izquierdas en el conjunto de Estados Unidos. Howard Dean, cuando era gobernador de Vermont, se permitió incluso otorgar un estatuto jurídico a las parejas homosexuales, lo que constituye un “must” del progresismo (aunque no se sabe que los progresistas hayan solicitado lo mismo al régimen de Castro, o a cualquiera de los muchos regímenes islamofascistas que tanto les entusiasman).

Pues bien, ahora que Dean ha conseguido la atención de los medios de comunicación, e incluso la adhesión de los nostálgicos de los tiempos de cuando íbamos a cambiar el mundo haciendo la revolución, han empezado a salir nuevas cosas. Resulta que Dean otorgó, efectivamente, derechos jurídicos a los homosexuales, pero lo hizo un poco de tapadillo, a escondidas, por si acaso aquello molestaba a sus electores de Vermont. Pero es que además de esta pequeña hipocresía, a Dean no le gustan nada los dispendios con cargo al dinero público, que es, como todos sabemos, el dinero de los demás. Como informa The New York Times (30.07.03), Dean se decantó por medidas antirregulatorias y a favor de la libertad económica, recortó impuestos, consiguió el superávit presupuestario, puso a trabajar a muchos privilegiados que disfrutaban de prebendas distribuidas por diversos programas de bienestar, apoyó a la National Rifle Association (la asociación que defiende el derecho de poseer un arma, que la Constitución norteamericana considera inalienable), e incluso se atrevió a enfrentarse (sí, de verdad) al lobby ecologista.

Esas son las grandes líneas de la política que Howard Dean adoptó durante los once años que estuvo gobernando Vermont. En resumidas cuentas, que Dean se mantuvo en el poder, no por sus posiciones antibelicistas, sino por aplicar una política liberal, liberal de verdad, sin connotaciones progresistas. Lo cual le sitúa en un punto muy interesante. Habrá quien diga que es un político de centro, un hombre pragmático capaz de reconciliar posiciones de consenso sobre grandes temas. Y habrá también quien se sienta defraudado por un candidato que vende una imagen de izquierdas —por así decirlo— y luego hace una política de derechas. ¿Y el Partido Demócrata? Pues buscando una tercera vía desesperadamente. A estas alturas, un suicidio.


0
comentarios