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Javier Somalo

Reflexión de la Jornada

Pido la derogación de este estúpido precepto tardofranquista de la Ley Electoral, del apagón, de la veda electoral.

El 8 de marzo de 2008, además del Día Internacional de la Mujer, fue víspera electoral. Al día siguiente se celebraron elecciones generales y andaluzas. La 'Plataforma 8 de marzo de Sevilla' había convocado una manifestación para conmemorar la efeméride y el TSJA no la autorizó por coincidir con la jornada de reflexión.

Dos años después, el TC anuló esa decisión porque "no se ha acreditado la existencia de razones fundadas que justifiquen que la manifestación convocada pudiera incidir o perturbar la neutralidad política propia de la jornada de reflexión". No sirvió de nada entonces pero el asunto, y la jurisprudencia sentada, sirven ahora para hacerse una pregunta: ¿se imaginan que hoy se celebrara una manifestación por el Día Internacional de la Mujer con la que han liado entre Cañete y Valenciano? Desde luego, el argumento del Constitucional para consentirlo sería desternillante.

Pido la derogación de este estúpido precepto tardofranquista de la Ley Electoral, del apagón, de la veda electoral. Pero mientras sigue vigente ejerceré mi derecho a la reflexión de esta jornada sin jornal. Veamos.

Cañete –más machista de palabra que de obra– pensó que él era intelectualmente superior a Elena Valenciano y que si ello quedaba patente le llamarían machista. Pero, arriolizado, no se atrevió a personalizar y elevó la generalización. Su escudero Pons, verdadero número uno de la lista, contraatacó con un antiguo chascarrillo de Valenciano sobre lo feo que es Ribery, un futbolista francés. El del PP mostró en la tele la frase de su rival escrita en un cartoncito maquetado al efecto por algún polluelo de la Gran Gaviota Genovesa. Profundo Pons. Días después, Cañete –o KÑT, en tuitero– eligió COPE para pedir perdón tras dejar a esRadio y a la SER en la estacada. Buscaba un medio con "gran audiencia" porque considera que un mitin es como una quedada de friquis de la Pantera Rosa aunque tenga reflejo inmediato en internet, en todos los telediarios y radios, en todas las portadas y al final lo vean millones de personas. Quizá la querencia por lo agropopular, quizá la penitencia… Sólo él sabe las razones. De pronto el PP se acordó de Jesús Eguiguren y consiguió que Jáuregui redujera a incidente el maltrato del condenado a su mujer. El contraataque llegó con el posible veto socialista para Arias Machote como comisario europeo. Elena de los tacones rojos se olvidó de los hombres, salvo del tantra con el suyo, y se dedicó a pedir el voto de la mujer… el mismo que sus correligionarias de 1931, Margarita Nelken y Victoria Kent prohibían –la mujer podía ser elegida pero no elegir– con tanto ahínco. También buscaron entre las embarazadas: con el PP se les pone el ombligo azul como se decía a los niños para que no bebieran vino ¿Qué argumentos tenía preparados esta buena mujer si Cañete no hubiera cultivado las berenjenas con las que tropezó?

Luego vino el tiro al pichón: "Los partidos pequeños caben en un taxi" –claro, los otros necesitan flotas de blindados–, elegirlos es tirar el voto, "los partidos con un diputado o dos no existen", "votar Ciudadanos o UPyD es votar independentismo". Y, al filo de la prohibición, nos pidieron por última vez el voto, como siempre, a gritos desde un atril.

Ahora se apagan las luces. Acaban los bolos. Los artistas se desmaquillan. Y nos dan un día para reflexionar… a nosotros. Que nadie nos moleste, no se publiquen encuestas, nadie pida el voto, nessun dorma… Al alba vencerán.

Durante la prohibición podemos entretenernos viendo fotos de terroristas fugados de shopping por los barrios ricos de Venezuela. O de la morgue complutense. O leyendo el libro que cuenta la historia de un rey, su hija, su yerno, un presidente, un ministro y un fiscal.

Yo he decidido ponerme una cerveza –ojo, en casi toda Iberoamérica la jornada de reflexión prohíbe también la venta de alcohol– y disfrutar del espectáculo esperando que ganen los míos. Mañana, uno de los dos ya será el vencedor. Pero en Lisboa.

En España

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