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José García Domínguez

Los independentistas y el castellano

Si le hubieran hecho caso a Àngel Colom en 1996, el 1 de octubre de 2017 hubiesen tenido detrás a la mayoría numérica de Cataluña.

Si le hubieran hecho caso a Àngel Colom en 1996, el 1 de octubre de 2017 hubiesen tenido detrás a la mayoría numérica de Cataluña.
Jordi Pujol | EFE

Allá a finales de siglo, por más señas en 1996, el líder de la Esquerra era Àngel Colom, un antiguo seminarista al que Pujol premiaría con un puesto de trabajo en la Generalitat después de caer en desgracia dentro de su partido. Ocaso, el de Colom, que tuvo como punto culminante unas declaraciones suyas a la prensa doméstica en las que se le ocurrió postular la imperdonable herejía de que el castellano también debería ser considerado como una lengua territorial de Cataluña. El escándalo inmediato resultó mayúsculo. Y tanto dentro como fuera de las filas de la Esquerra. Dentro, Carod Rovira, que ya aspiraba a disputarle la silla, saltó como una fiera herida ante semejante anatema, a su entender una afrenta inconcebible.

Fuera, los convergentes, encabezados para la ocasión por el propio Pujol, dieron en rasgarse las vestiduras de modo coral y lacrimógeno. Aquello parecía el ataque más grave sufrido por el nacionalismo desde la entrada de los nacionales por la Diagonal en el 39, cuando, a diferencia de lo sucedido en Madrid, Barcelona se rindió al fascio sin resistir y sin que hubiese necesidad de disparar ni un solo tiro. En el clímax del aquelarre contra el impertinente deslenguado, Carod llegó a decir que "el catalán es nuestra única aportación original al patrimonio cultural de la humanidad". Reflexión, por cierto, que deja a Cataluña al mismo nivel que Guinea-Bisáu y Togo dentro de ese ranking planetario.

Tan contundente fue el repudio al que poco después iba a ser defenestrado, tanto, que nunca más a catalanista alguno se le volvería a pasar por la cabeza pronunciar, y menos en público, tamaña enormidad. Pero si le hubieran hecho caso a Colom en 1996, el 1 de octubre de 2017 hubiesen tenido detrás a la mayoría numérica de Cataluña. Algo conozco ese lugar, y estoy seguro de que habría ocurrido así. Por suerte, no lo hicieron. Ni lo harán nunca. Porque, a sus ojos, la tribu, su sagrada pureza incontaminada, está por encima incluso de la independencia. Muy por encima. He ahí, por cierto, su secreto mejor guardado.

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