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José García Domínguez

¿Por qué Oltra baila tan feliz?

Oltra resulta formar parte de los centenares y centenares y más centenares de cargos y carguitos públicos que en España están aforados

Oltra resulta formar parte de los centenares y centenares y más centenares de cargos y carguitos públicos que en España están aforados
EFE

Resulta muy difícil de entender, por lo menos a mí me lo resulta, que una persona ya entrada en años y mentalmente equilibrada se ponga a bailar dando saltos de alegría, todo ello en público y contando con el concurso de terceros en el jolgorio, a las pocas horas de haberse visto formalmente encausada por un una sala de justicia en un muy grave - y sórdido- caso penal relacionado con los abusos sexuales sufridos por una menor de edad, menor sometida a la tutela de la administración pública en la que tanto ella como el resto de los felices concelebrantes del festejo ejercer altos cargos de representación institucional.

Tan difícil me resulta entenderlo que, buscando alguna explicación racional a esa insólita escena de la danza gozosa que circula por las redes sociales, solo he acertado a dar con una razón posible a tanto júbilo. Y es que Oltra resulta formar parte de los centenares y centenares y más centenares de cargos y carguitos públicos que en España están aforados en base a no se sabe qué, pues la vigente Constitución, como es sabido, únicamente contempla de modo expreso ese trato preferencial para los diputados nacionales y para los senadores. Una prerrogativa que más tarde una ley orgánica amplió a los magistrados integrantes de los máximos tribunales del Reino, a los miembros del Consejo de Estado, a los del Tribunal de Cuentas y al Defensor del Pueblo. Punto.

El que ahora mismo haya varios centenares más de aforados, entre ellos la tan festiva Oltra, obedece al incontenible afán de las Comunidades Autónomas por imitar en todo al Estado. Afán pueril ante el que el poder central, como en tantas otras cosas, cedió en su día. Que da igual, dirán muchos. Que, en el fondo, poco importa que el caso lo lleve un juez ordinario o el Tribunal Superior de Justicia de Valencia. Pero no, no da igual. Y acaso de ahí los saltitos de Oltra. Porque de ningún modo puede dar igual que a Oltra juzgue un tribunal autonómico algunos de cuyos integrantes deben su cargo al Gobierno de la Generalitat de Valencia, quien en su momento gozó de la prerrogativa legal de proponerlos para el cargo. O sea, que a la propia Oltra se lo deben. ¿Cómo va a dar igual? Baila, pues, con motivo.

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