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La siesta reaviva los antojos y no solo por costumbre: así actúan glucosa, dopamina y metabolismo

Una revisión científica vincula siestas largas con desregulación de glucosa y mayor probabilidad de enfermedad cardiovascular.

Una revisión científica vincula siestas largas con desregulación de glucosa y mayor probabilidad de enfermedad cardiovascular.
Los antojos se producen por varios factores | Pexels/CC0/Abhinav Goswami

Independientemente del tipo de comida que se haya hecho, más o menos copiosa, o con postre o sin él, si uno decide echarse a dormir después, lo más seguro es que se despierte con antojo de dulce. Esto sucede especialmente con las mujeres.

Los antojos de dulce se pueden producir por varios factores, a cualquier hora del día pero, como decimos, especialmente a mitad de la tarde o después de la siesta. Hay algunos estudios que relacionan el sueño con alteraciones del metabolismo de la glucosa. Se supone que puede tener que ver con que los niveles de glucosa bajan durante el sueño.

Pero además, también depende de la composición de la comida que se haya ingerido antes de la siesta. Si se hace un almuerzo rico en hidratos de carbono simples y sin demasiada proteína, es muy posible que el cuerpo pida algo dulce al despertar. El motivo es que este plato da una subida de azúcar que genera una hipoglucemia por la que el cuerpo pide azúcar.

Motivos para que aparezcan ganas de dulce a media tarde

  • Bajada de glucosa: durante la siesta los niveles de glucosa en sangre suelen bajar ligeramente. Por ello, cuando uno despierta, el cuerpo le puede pedir una fuente rápida de energía, y el azúcar es la opción más inmediata. Esto es lo que sucede generalmente cuando hay alteraciones en el metabolismo de la glucosa por cualquier causa, como una diabetes o un estado de resistencia a la insulina. Esta insulina al no conseguir hacer su función correctamente, mantiene los niveles de glucosa elevados en sangre sin poder utilizarse por los tejidos que la necesitan. De esta forma, el cuerpo puede seguir reclamando glucosa si la necesita mediante el deseo de comer dulces.

  • Bajada de energía: a medida que avanza el día, la energía y concentración pueden disminuir, especialmente después del almuerzo. Además, durante una siesta, el cuerpo se relaja y la digestión absorbe energía. Al despertar, es común sentir una leve sensación de somnolencia y aquí es donde entra en juego el deseo de lo dulce. Los carbohidratos y azúcares simples presentes en los dulces proporcionan una rápida fuente de energía, lo que puede ayudar a combatir esa sensación de letargo.

  • Despertar con el "modo ahorro": después de dormir, el cuerpo todavía puede estar en un estado de reposo metabólico, y el cerebro busca activarse rápidamente. Recordemos que los carbohidratos simples, como los dulces, estimulan la producción de dopamina y serotonina, lo que ayuda a mejorar el estado de ánimo y a "arrancar" más rápido.

  • Ritmos circadianos y apetito: después de la siesta, sobre todo si es por la tarde, hay una ventana natural en la que el cuerpo entra en un ciclo de mayor apetito, y suele inclinarse hacia los carbohidratos, especialmente si no se ha comido mucho antes de dormir.

  • Asociación emocional: a veces, simplemente se trata de costumbre o recompensa. El cuerpo asocia la siesta con un momento de descanso y placer, y al despertar, se busca continuar ese "premio" con algo rico, como un dulce.

  • Hábitos culturales y sociales: en muchas culturas, el postre es una parte integral de la comida y la rutina diaria. Después de la siesta, puede haber una predisposición a seguir con esta costumbre, incluso si uno no es plenamente consciente de ello. Los hábitos arraigados en la infancia y la exposición constante a la idea de que después de una comida se disfruta algo dulce pueden contribuir a este antojo.

La duración de la siesta es importante

Generalmente, las siestas de más de 30 minutos se asociaron con un alto riesgo de tener un nivel elevado de hemoglobina glicosilada (HbA1c) y un índice HOMA-IR alto, que indica que el metabolismo de la glucosa no funciona. Esto no parece ocurrir cuando las siestas son inferiores a 30 minutos. Y las siestas mayores o iguales a una hora se asocian con un mayor riesgo de diabetes.

Pero no solo es característico de las siestas porque las personas que no duermen siesta y duermen de 7 a 8 horas por la noche tienen el riesgo más bajo de diabetes, en comparación con las personas que duermen siestas iguales o superiores a 1 hora durante el día pero que duermen menos de 5 horas por la noche. Sin embargo, la relación siesta-diabetes no se puede explicar por el sueño nocturno corto, ya que este efecto se presenta también en personas que duermen siestas largas, habiendo dormido más de 7-8 h o incluso más de 9 horas por la noche.

Por tanto, una revisión sistemática mostró que las siestas diurnas largas de duración igual o superior a una hora se asociaron con mayores probabilidades de varios factores de riesgo de enfermedad cardiovascular y mortalidad por enfermedad cardiovascular, pero no se encontró esta asociación con las siestas diurnas cortas (inferiores a 30 minutos) en menores de 60 años.

¿Por qué no aparecen estos antojos tras el descanso nocturno?

El motivo es que durante el sueño nocturno se completa el ciclo circadiano y hay una mayor sincronización hormonal. Recordemos que, por la noche, el cuerpo pasa por fases de sueño profundo y REM que permiten un balance adecuado de insulina, glucagón, grelina, leptina y cortisol. Por tanto, al despertar por la mañana, el cuerpo está naturalmente preparado para iniciar el día, con niveles de cortisol más altos que aumentan la energía. Algo que no ocurre tras una siesta, donde el despertar interrumpe ese equilibrio hormonal y metabólico.

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