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José García Domínguez

Podemos y los ‘sin papeles’

Por primera vez, van a cometer un error. Y grave.

Por primera vez, van a cometer un error. Y grave.
Dirigentes de Podemos | EFE

Acaso intuyéndose ya en la antesala misma de la Moncloa, el jefe de la oposición acaba de adoptar idéntica táctica a la que aplicaran tanto el PSOE como el Partido Popular en distintos instantes previos a la toma del poder, esto es, la de compaginar la acción parlamentaria con la movilización en las calles para así multiplicar el eco mediático de todos y cada uno de sus gestos para la galería televisiva. Un marketing de guerrilla, el de Iglesias, que incluye, según se va viendo, el alineamiento inequívoco de su partido con la causa de los cientos y cientos de inmigrantes sin papeles que continúan arribando a nuestro país todos los días. Y quizá esa vaya a ser su primera equivocación política grave desde que fundó Podemos. El gran error de la derecha es que sigue creyendo en lo que decía un economista inglés que lleva 92 años muerto, Alfred Marshall. Y el gran error de la izquierda es que también sigue creyendo, y con idéntica fe, en lo que decía otro economista inglés que cría malvas desde hace 70 años, Maynard Keynes. Marshall pensaba que el mayor defecto del capitalismo, el desempleo involuntario de los trabajadores, se podría resolver de modo automático dejando que bajasen los salarios hasta el nivel en que la oferta de trabajo se igualara a la demanda del mercado. Una idea tan sencilla como incorrecta cuya refutación empírica se puede encontrar, sin ir más lejos, reparando en el ejemplo español.

Y es que, tal como acaba de recordar Miquel Puig en las páginas de La Vanguardia, en España, ahora mismo, en la última semana del mes de octubre de 2016, hay cinco millones y medio de puestos de trabajo más que hace veinte años. España, en consecuencia, ha creado todos los puestos de trabajo que hacían falta para que ni un solo español, ni uno, tuviera que estar inscrito a estas horas en una oficina del INEM. Y ello porque el crecimiento de la población activa autóctona a lo largo de esos cuatro lustros, la diferencia entre los jóvenes españoles que han ido alcanzando la edad legal para poder trabajar y los españoles que se han ido jubilando durante idéntico periodo, es muy inferior a los 5,5 millones de empleos creados ex novo. Así las cosas, continuar predicando que en España hay paro porque no dejamos que bajen los salarios no es más que una solemne bobada contrafáctica. Keynes, por su parte, sostenía que la causa genuina del mantenimiento del paro residía en los propios parados, que carecían de poder de compra para sostener la demanda de la economía.

El problema radicaría, pues, no en los salarios demasiado elevados sino en la debilidad de lo que él mismo bautizó demanda efectiva. Y quien tenía razón era Keynes. Pero Keynes tenía la razón en un mundo como el de 1930, no en otro completamente distinto como el de 2016, un mundo en el que cualquiera puede atravesar continentes en vuelos low cost por cuatro chavos. Y eso es lo que los estrategas de Podemos aún no han comprendido. Más pronto que tarde, Podemos y sus confluencias van a tener que afrontar una contradicción insuperable. La que se deriva de querer ser, por una parte, el referente político del precariado, la fuerza que represente a los excluidos de los contratos indefinidos, los salarios decentes y la estabilidad vital garantizada, y, por otro lado, ansiar posicionarse como una fuerza que rechaza cualquier limitación de los movimientos migratorios transfronterizos. Como si lo uno y lo otro no fuesen tan radicalmente incompatibles entre sí como el agua y el aceite. Los economistas de Podemos no han entendido que, por mucho que se estimulase la demanda desde el Estado, los sueldos del electorado que ahora intentan captar seguirán estancados a causa de que la oferta de mano de obra tiende a hacerse infinita merced a los flujos migratorios incontrolados. Ese foco de tensión no lo sufrirían nunca los genuinos populistas, Trump o el UKIP pongamos por caso, pero a Podemos sí le acabará pasando factura. Por primera vez, van a cometer un error. Y grave.

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