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Pablo Planas

Ese niño, señor Sánchez

Un niño parece muy poca cosa, pero sirve para calibrar la catadura, bondad y moral de las personas.

Un niño parece muy poca cosa, pero sirve para calibrar la catadura, bondad y moral de las personas.
Pedro Sánchez, en el Congreso. | EFE

Mientras el Gobierno de Pedro Sánchez negocia con la ERC de Gabriel Rufián y el golpista Junqueras más cuotas en catalán sufragadas con el dinero de todos los españoles, una familia sufre en Canet de Mar (Barcelona) el señalamiento del separatismo por haber pedido y conseguido unas pocas clases en español para su hijo de cinco años. Conviene recordar que tal petición y la última resolución del Tribunal Supremo al respecto se sustancia en que sólo un 25% de las clases se tendrán que impartir en español.

Podría colegirse de la desaforada reacción de los dirigentes separatistas que el Tribunal Supremo ha prohibido la enseñanza en catalán y que la familia asediada ha provocado la desaparición de ese idioma en el colegio. Pues no, nada más lejos de la realidad. Estamos hablando de un porcentaje muy escaso de exposición de los niños de Cataluña al idioma español (la lengua de sus padres en muchos casos) en medio de un abrumador dominio del catalán, a pesar de que el español es el idioma de más del cincuenta por ciento de los ciudadanos de Cataluña, a pesar de que es un idioma tan catalán como el catalán y a pesar, además, de que es oficial.

Son detalles no precisamente menores pero que quedan en nada frente a la insoportable presión que está sufriendo la familia de Canet de Mar, un acoso orquestado por la Generalidad en el que participan la dirección del centro, los padres más radicalizados, los sindicatos y partidos separatistas y todo ese andamiaje de entidades independentistas que van desde los supremacistas de Òmnium a los violentos de los Comités de Defensa de la República (CDR), la última excrecencia propiciada por el llamado procés.

Ante la situación de esa familia, de ese niño, no caben medias tintas, equidistancias o ponerse de perfil. O se está sin subterfugios con ese niño o se es cómplice de un linchamiento indecente y delictivo, inmoral y miserable que tarde o temprano pasará factura a quienes lo han permitido.

El presidente del Gobierno parecía un tanto dormido este miércoles por la mañana, en la sesión de control del Congreso. Hasta se ha quejado de que le interrogaran por ese niño de Canet, porque la cuestión no aparecía en el registro por escrito de las preguntas parlamentarias. Ni siquiera ha sido capaz de balbucear una respuesta coherente más allá de considerar que las comparaciones con el apartheid o la niña Ruby Bridges eran exageradas. ¿Exageradas? Uno de los humoristas de cámara de TV3 ha llegado a proponer que se metan en la misma clase a los hijos de las familias que solicitan enseñanza en español. Un mosso d'esquadra ha pedido que los padres de los demás niños saquen a sus hijos de clase cuando se impartan en español. Y ni se ha expedientado al mosso ni se han condenado los exabruptos del miserable a sueldo de la televisión pública catalana.

Un niño parece muy poca cosa, pero sirve para calibrar la catadura, bondad y moral de las personas.

Entre tanto, Sánchez y Rufián llegan a un pacto sobre el catalán en Netflix y ERC retira sus enmiendas a los Presupuestos Generales del Estado. El presidente del Gobierno se garantiza un año más de confort en la Moncloa y proponen apedrear la casa de un niño de cinco años en Cataluña.

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