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EDITORIAL

Un gran fracaso de Casado y García Egea

No puede ocultarse el hecho de que los populares han empeorado el peor resultado histórico del partido en la región y han perdido más de 50.000 votos.

El resultado del PP en las elecciones de Castilla y León es un desastre sin paliativos. Podrán seguir gobernando si logran llegar a un acuerdo con Vox, pero aunque Mañueco siga en la presidencia de la Junta, no puede ocultarse el hecho de que los populares han empeorado el peor resultado histórico del partido en la región y han perdido más de 50.000 votos.

Tampoco podemos olvidar que estas elecciones se convocaron con dos objetivos claros: tener una mayoría más amplia en la región que les permitiese gobernar con más comodidad; e impulsar a Pablo Casado de cara a las elecciones generales, convirtiendo al presidente del PP en el gran valor electoral del partido y, con ello, relegando a barones como Ayuso, Juanma Moreno o Feijóo, que cada día parecen molestar más a la dirección nacional del partido.

Ninguna de las dos cosas ha ocurrido, en lo regional ha pasado más bien lo contrario: ahora Mañueco tiene que negociar un acuerdo de gobierno con un partido con el que es obvio que los populares se sienten mucho más incómodos que con los socios con los que lograron pactar en 2019.

Y peor aún es el resultado obtenido en la estrategia nacional: Pablo Casado ha sido protagonista absoluto de una campaña que sólo puede calificarse de desastrosa y en la que han pasado de encuestas que les daban 40 procuradores a un resultado final lejísimos de ese pronóstico.

La campaña ha sido mala, el resultado ha sido peor y la dirección popular ha quedado completamente en evidencia: no sólo no han logrado sus objetivos sino que han dejado claro que no son capaces ni de lanzar mensajes que logren movilizar a su electorado, ni de trazar una estrategia coherente, ni de gestionar su relación con Vox y la batalla electoral con un partido al que, empeñado en tratarlo como si fuera su peor enemigo, Casado no logra quitarle ni un voto.

Para colmo, el líder del PP ha decido no comparecer en la noche electoral –¿si el resultado ha sido un éxito por qué no sale a apropiárselo como hizo en Madrid?– y ha dejado que sea el secretario general el que dé las explicaciones oficiales, lo que Teodoro García Egea ha hecho en una comparecencia aún más desnortada que la campaña, sin atreverse ni siquiera a mencionar a Vox y presumiendo de una victoria pírrica como si hubiese sido un triunfo arrollador, esgrimiendo una serie de excusas ridículas para justificar un resultado desastroso del que él es uno de los máximos responsables.

La dirección nacional del PP pretendía darse un baño de masas y un paseo militar en una región que les es propicia –no en vano los populares llevan 35 años gobernando allí– y sólo han logrado mostrar sus evidentes carencias, poner en cuestión su liderazgo y complicar aún más la construcción de esa alternativa a Pedro Sánchez y su gobierno socialcomunista que España necesita desesperadamente.

Es evidente que el PP necesita un cambio de estrategia que sólo puede ser creíble si pasa por un cambio de personas: alguien tiene que asumir esta debacle y Casado tiene que tener muy claro que, si no lo hace ahora su secretario general, lo tendrá que hacer él mismo mucho antes de lo que cree.

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