El Partido Popular aclamó este pasado fin de semana a Alberto Núñez Feijóo de forma prácticamente unánime, como estaba previsto de antemano. El todavía presidente gallego se convirtió en líder del PP en un congreso extraordinario, que solo ha servido para ungirlo y ovacionarlo a la vista de la inanidad de los mensajes que los dirigentes populares, ya con Feijóo a la cabeza, han dirigido a la sociedad.
El nuevo presidente del PP dejó pasar la oportunidad de ofrecer un discurso potente para rearmar ideológicamente a un partido desfondado y presentarse ante la sociedad como una fuerza renovada y dispuesta a acabar con el socialcomunismo. También era el momento de mostrar el más firme rechazo al espectáculo tremendo del pasado mes de febrero, cuando las traiciones de Casado y los comportamientos mafiosos de García Egea estuvieron a punto de destrozar al PP. En su lugar, Feijóo prefirió saldar el compromiso agradeciendo a Casado sus servicios, como si el congreso que lo acababa de elegir no se hubiera convocado a consecuencia de la gestión calamitosa de su predecesor, que aún tuvo el cuajo de asestar un tercer discurso de despedida a una audiencia estupefacta.
La consecuencia de todo ello es que el congreso popular se convirtió en un mero trámite administrativo destinado a cambiar su estructura directiva. Apenas hubo menciones de fuste a lo que el PP piensa ofrecer a unos votantes que siguen engrosando las listas de Vox en un trasvase continuo de votos que no parece tener fin. Pero es que, además, los pocos mensajes lanzados a la sociedad fueron más que preocupantes, como la apelación de Feijóo a un "bilingüismo cordial" como fórmula para instrumentar la enseñanza en la lengua española. Es decir, el PP seguirá negando a las familias el derecho a que sus hijos puedan estudiar en español, pero de manera cordial y no como los nacionalistas, que lo hacen insultando.
Los votantes del PP siguen hoy lunes sin saber si su partido dejará de mercadear con la Justicia, si su modelo de gestión pública se fundamentará en la colaboración público-privada, si apuesta por una bajada generalizada de la insoportable presión fiscal y, sobre todo, si está dispuesto a acabar con las leyes ideológicas de la izquierda y a disputarle, de una vez, la batalla de las ideas, combatiendo con energía la perversa interpretación izquierdista de la historia que busca implantar el rencor y deslegitimar a las fuerzas e instituciones que representan a más de la mitad de los españoles.
Feijóo pudo explicar todo eso en el discurso con el que cerró los fastos de su entronización, pero prefirió dejar pasar la ocasión. Muy pronto veremos si este nuevo PP está dispuesto a cambiar profundamente su manera de servir a la sociedad o el congreso extraordinario de este pasado fin de semana ha sido, simplemente, un trámite interno para salvar una situación que resultaba ya insoportable.