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Pablo Planas

Más rico, más feliz, más justo

El caldo de cultivo es el mismo que en Escocia, extender la idea de que con la independencia de Cataluña se atarán los perros con longanizas.

El caldo de cultivo es el mismo que en Escocia, extender la idea de que con la independencia de Cataluña se atarán los perros con longanizas.
Nicola Sturgeon, ministra principal de Escocia. | EFE

Es de justicia reconocer que el tema de Cataluña provoca unos bostezos descomunales. El ensimismamiento del sistema mediático al servicio del separatismo, el victimismo, la queja constante, la sobreactuación de los líderes independentistas, todo ello son expedientes cuyo abordaje puede causar una infinita pereza. Frente a eso, los socialistas practican lo que ellos llaman una política de apaciguamiento y evitan cualquier encontronazo. El Gobierno no sólo ha aceptado que se incumpla la sentencia del 25% de español en las aulas, sino que la facción socialista catalana ha liderado la confección de una nueva ley lingüística que se mofa del fallo. Además, los socialistas, sea en Madrid o en Cataluña, se dejan insultar sin reparos por el asunto del espionaje a unos pocos dirigentes separatistas cuando dieron la orden de incendiar las calles por la sentencia del golpe de Estado.

Esas mismas calles que eran de los separatistas ya solo muestran vagos retazos de los momentos duros del Proceso. Banderas ajadas en los balcones, algunos lazos amarillos en las consejerías de la Generalidad y unas pocas pintadas. El movimiento separatista ya no es capaz de congregar a las masas, lo que induce a pensar de forma errónea que el antedicho proceso es historia pasada.

Los teóricos de esa tesis no incluyen en sus apaciguadoras ecuaciones hechos como que la primera ministra escocesa, Nicola Sturgeon, acaba de anunciar los preparativos para un nuevo referéndum en 2023, pactado o no con el Gobierno británico. Cabe recordar que en Escocia se celebró una consulta en 2014 en la que más de un 55% de los votantes se pronunciaron en contra de la independencia escocesa. El Brexit (que en Escocia fue ampliamente rechazado) y sus consecuencias abonan la nueva intentona separatista del Scottish National Party.

O sea que los independentistas escoceses lo volverán a hacer, como prometía el evaporado Jordi Cuixart, y ni siquiera creen necesitar el acuerdo con Londres de 2014. La campaña ya ha comenzado. "Más rico, más feliz, más justo: ¿por qué no Escocia?", se titula el primer panfleto distribuido por el Gobierno de Sturgeon.

La propaganda es similar a la de los separatistas catalanes. Nada nuevo ni original, el típico impulso insolidario y mezquino. El Proceso en Cataluña comenzó con actos de protesta en contra de los peajes en las autopistas que derivaron en el "España nos roba" que galvanizó a una parte de la sociedad catalana. Ahora ocurre exactamente lo mismo. La autopista que simbolizaba el supuesto robo a los ciudadanos de Cataluña dejó de ser de pago el pasado verano. Ahora es literalmente un embudo que la Generalidad, con las competencias plenas de tráfico, no sabe cómo manejar.

El presidente Garbancito ha tardado dos minutos en proclamar que la culpa es de Madrid. Al tiempo, los malditos círculos concéntricos que gobiernan en Cataluña, del Círculo de Economía al Círculo Ecuestre, pasando por el Círculo del Liceo, la Cámara de Comercio y la agrupación de rectores separatistas de las universidades públicas y privadas, han comenzado prestos la campaña para envenenar a la población con los tradicionales mantras de la falta de inversiones estatales. Son los mismos que o bien se mostraron contrarios a la ampliación del Aeropuerto de El Prat o se echaron para atrás por una manifestación de 10.000 personas con los podemitas al frente.

El caldo de cultivo es el mismo que en Escocia, extender la idea de que con la independencia de Cataluña se atarán los perros con longanizas. Que lo volverán a hacer ni cotiza en las casas de apuestas. Sturgeon es la prueba.

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