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Federico Jiménez Losantos

La Ley Junqueras del traidor Sánchez y las protestitas de la oposición

Sánchez actúa ya como sepulturero del orden constitucional. Y funda su futuro de "muuuchos años" en el Poder al proceso revolucionario catalán.

Sánchez actúa ya como sepulturero del orden constitucional. Y funda su futuro de "muuuchos años" en el Poder al proceso revolucionario catalán.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | Europa Press

En Italia, Sánchez sería Antonio Falconetti Il Buggiardo, o sea, el mentiroso. El cúmulo de trolas con que ha aliñado la ilegal Ley Junqueras lo retrata como el mayor embustero de la historia de España y de su propia historia personal, toda ella pura simulación, la sucesión de ardides de un psicópata para llegar al poder y quedarse en él a cualquier precio, siempre que pague otro. Pero los árboles de sus mentiras nos ocultan el bosque de su traición, que es ni más ni menos que la incautación del régimen constitucional español en su exclusivo y particular beneficio.

La gravedad de eliminar el delito de sedición

La víspera de contarle a Ferreras que había decidido, por su cuenta y sin más riesgo que el placer de hundir el Estado de Derecho, que para eso están sus pumpidos, ropones que acechan a la puerta del Constitucional, Don Falcone anunció que va a quedarse "muuuchos años" en la presidencia del Gobierno. Nos hizo el honor de adjudicarnos el mérito, junto a una portada de El Mundo, de que el PP se arrepintiera en el último minuto del pacto de rendición judicial, que el infalible González Pons recocinó para Feijóo. Sabemos que nos sigue. Y que, si pudiera, nos persiguiría y nos cerraría. Pero el mérito ha sido de su audacia, creyendo que incluso haciéndole tragar al PP la eliminación del delito de sedición, mantendrían su firma porque ya habían llegado demasiado lejos para dar marcha atrás. El PP no conoce a Sánchez, pero Sánchez tampoco a Maricomplejines, doña Sustos.

Sin embargo, los medios, que están a la luna de Valencia –o de Tebas y de Roures, si andan en el trinque del puntapié– no han relacionado la Ley Junqueras que elimina el delito de sedición para que un día el orondo bizco pueda firmar con el presidente del Gobierno de España la independencia del Cataluña con el hecho de que Sánchez piensa ser ese presidente. Y sólo lo último explica lo primero. Sólo acaudillando desde Madrid ese Golpe de Estado puede asegurarse la Moncloa; y sólo asegurándole la Moncloa, los golpistas catalanes volverán a proclamar la independencia, con Marlaska en algún piolín respaldando la secesión. Que, al dejar de existir legalmente, ya no será actividad perseguible de oficio, sino derecho legalmente defendible.

La costumbre de los medios golpistas, como el Indra-Prisa del franco-armenio Oughourlian y el comisario Barroso, y lo que dijo el propio Antonio Falconetti ante el canoso primate de La Sexta es que éste y no el de la Ley es el camino para "pacificar" Cataluña, "que está infinitamente mejor que en 2017". Por supuesto, está mucho peor, ya que uno de los partidos que apoyó el 155 contra los golpistas no sólo los ha indultado, sino que ha eliminado el delito por el que se les condenó. Y conviene atender a este segundo gesto, mucho más grave que el primero, porque sucede en el ocaso de las dictaduras, cuando se amnistía a los heroicos disidentes y se elimina el delito por el que les condenó la Ley del moribundo régimen. Sánchez actúa ya como sepulturero del orden constitucional. Y funda su futuro de "muuuchos años" en el Poder al proceso revolucionario catalán.

El copresidente Aragonés, hacia el referéndum

Y no se habla de futuro, sino de inmediato presente. El presidente de la Generalidad, Pere Aragonés, actuando como co-presidente de Sánchez, lo aseguró de inmediato por Twitter, asumiendo la co-autoría de la Ley Junqueras y anunciando el camino político y legal que abre al golpismo:

"La eliminación del delito de sedición es un paso indispensable en la desjudicialización. Seguimos trabajando para acabar completamente con la represión y poder votar en un referéndum. Para resolver el conflicto político y para la libertad".

Es decir, que lo pactado no es sólo la eliminación del delito para que Junqueras pueda ser el presidente que firme la independencia con Sánchez, mientras España se hunde en el enfrentamiento civil, si no cívico-militar. Lo que se ha pactado es el referéndum para la independencia, que, como he escrito aquí dos o tres mil veces, llamarán consultivo en Madrid, vinculante en Barcelona y supondrá en todas partes la fractura, quizás irreversible, del Estado español. Eso y no otra cosa es lo que acaba de firmar Sánchez. Eso y no otra cosa es lo que acaba de asegurar Aragonés. Eso y no otra cosa es lo que defienden la SER y el duopolio televisivo. Eso y no otra cosa es lo que dirán que es la pacificación definitiva de Cataluña y no el jaque mate a España. Y eso y no otra cosa es lo que, sin duda, defenderá todo el PSOE.

El decepcionante discurso de Feijóo

Tras asumir Sánchez la dirección el golpe de Estado, la oposición no reaccionó poco, o tarde, o mal, o sin fuerza, simplemente, no reaccionó. Sólo Edmundo Bal, del difunto Ciudadanos, se tomó la molestia de escribir un artículo. Los dos grandes partidos actuaron como el VAR de Roures: no se dieron por enterados de la fechoría y además ocultaron la gravedad de lo sucedido. Vox emitió un eructito desaprobatorio en forma de tuit: "Traidor". Y Feijóo, que tuvo el tiempo de cruzar Suramérica y el Atlántico para pensar, anunció un discurso solemne a los españoles. Antes, tras el anuncio sanchista, el PP había emitido un largo y absurdo comunicado en el que pedía al PSOE no romper con su "tradición democrática", algo que no ha tenido, tiene ni tendrá jamás el PSOE. Pero como Feijóo andaba por Hispanoamérica –él y su partido la llaman Latinoamérica o América Latina– y cuando no está el gato los ratones bailan, y como la ritual, porque ya es rito, llamada al PSOE para que nos salve de Sánchez, es casi de oficio, esperamos a que Feijóo, en rueda de prensa sin preguntas, se explicara.

Y lo hizo. En la primera parte de los catorce minutos en los que se dirigió a los españoles, anunció la extraña gravedad de lo sucedido. En la segunda, anunció que se presentaba a las elecciones para salvar el centro y que desde ese centro, una vez en el Gobierno, no sólo no haría jamás lo que ha hecho Sánchez –hazaña redundante–, sino que desharía lo que haga en el tiempo que le queda en Moncloa. Palabra de Feijóo. Pues qué bien.

¿Y mientras tanto?

Mientras tanto, nada. Ni una sola medida parlamentaria o de protesta en la calle, contra lo que él mismo acaba de calificar de gravísimo Los españoles debemos congratularnos de tener la posibilidad, dentro de un año, de votar a Feijóo, que desde el centro centrado al que convoca al PSOE, no hará lo mismo que Sánchez, e incluso lo deshará o "revertirá". Y con esa gran tranquilidad, hala, ya podemos irnos todos a dormir. El sueño eterno.

Esperando a Abascal

Vox fue más contundente: hizo saber que no hablaba el sábado porque lo haría el lunes. Hasta ahora no sabíamos que los políticos no se saltan los tiempos de espera de los medios, y que todo lo grave que suceda debe hacerlo en prime time, o esperar a la programación que los sabios del partido estimen conveniente. Pero es falso que Ortega Smith hubiera secuestrado a Abascal y lo tuviera encerrado en el Alcázar. Si el tiempo no lo impide, este martes vendrá a esRadio. Afortunadamente, está vivo. Pero, la verdad, no entiendo a la oposición. Antonio Falconetti, Il Buggiardo, no deja pasar un solo día sin atacar con todas sus fuerzas a España y a todo lo español. Y la oposición, ante tal frenesí destructor, se lo toma con calma.

Por supuesto, como cuando en los dos primeros años tras el 11M el PP era un cadáver insepulto, los españoles no vamos a esperar a que los partidos se movilicen. Pero si no desmovilizaran ni desmoralizaran, mejor.

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