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José García Domínguez

La leyenda del PSC

El PSC ha sido siempre el peón que Ferraz se ofrece a sacrificar a cambio de que el independentismo catalán le alquile su apoyo en Madrid.

El PSC ha sido siempre el peón que Ferraz se ofrece a sacrificar a cambio de que el independentismo catalán le alquile su apoyo en Madrid.
Salvador Illa | EFE

Una de las leyendas urbanas más arraigadas en la vida política española es la vieja creencia tan extendida que supone al PSC una organización completamente autónoma, soberana e independiente de facto con respecto al PSOE. Nada más lejos de la verdad, sin embargo. Así, bien al contrario de lo que prescribe el mito, el PSC ha sido siempre, tanto antes como ahora, el peón que Ferraz se ofrece con gusto a sacrificar, y ya casi por tradición rutinaria, a cambio de que alguna de las dos almas gemelas del independentismo catalán le alquile temporalmente su apoyo parlamentario en Madrid. Ocurrió por norma cuando Pujol. Y sigue ocurriendo por norma sin Pujol. Pues ocurre, como ya se ha dicho, siempre.

Perder en las autonómicas catalanas cuando el viejo PSOE de Felipe González arrasaba en esas cuatro provincias, literalmente arrasaba, en todas las generales, la pauta habitual durante lustros en la demarcación, resultaba algo tan difícil a veces que Ferraz necesitó emplearse a fondo, y más de una vez, para conseguirlo. Y es que algunos años no bastaba a fin de regalar la victoria a los convergentes con seguir manteniendo al frente del PSC a aquel mortecino Raimon Obiols de la triste estampa, un tipo con pinta de acabar de llegar siempre de un velatorio y cuya única preocupación era lograr pasar desapercibido a ojos de todo el mundo, un objetivo que consumó con creces desde el primer día. Era entonces cuando González decidía abstenerse de la menor presencia en las campañas electorales catalanas en medio de rendidos elogios por su parte a la figura de Pujol.

Y ahora, decíamos, las cosas siguen igual. Si mañana hubiese elecciones en Cataluña, el PSC las ganaría de calle. Pero el PSC no quiere que se adelanten las elecciones pese a que Esquerra gobierna en la Generalitat solo con el ridículo apoyo de sus 33 escaños en un parlamento de 150. Y no sólo no quiere ganar, sino que tampoco quiere tumbar los Presupuestos de ERC para 2023, algo que igualmente estaría a su alcance. De ahí que Salvador Illa se apreste estos días a facilitar la tramitación de unas cuentas públicas de las que va a salir el dinero con el que financiar la gran campaña institucional a favor de un referéndum de autodeterminación que ya ha prometido Aragonès a los suyos. Ah, los mitos.

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