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Sí, Rubiales debe irse ya

No deja de sorprender que el escándalo Rubiales salte ahora, cuando durante sus años em la RFEF ha habido tantos motivos para que lo hiciese antes.

Cuando no se equivoca de plano, lo que suele ocurrirle a la izquierda política y mediática –valga la redundancia– es que llega tarde a las conclusiones correctas y, probablemente, por motivos equivocados o espurios o ambos. Es lo que le ha pasado con el escándalo, o mejor dicho, con los escándalos, de Luis Rubiales.

De repente se ha abierto la veda del presidente de la Real Federación Española de Fútbol y lo ha hecho por un motivo que, comparado con cosas que habían ocurrido antes, no deja de ser algo de una importancia relativa: un beso que fue inapropiado, poco ejemplar e incluso insólito, pero que no parecía haber causado mucho trauma a Jenny Hermoso –"eh, que no me ha gustado", se limitó a decir poco después en un ambiente de lo más jocoso– hasta que las feministas de guardia le han explicado que tenía la obligación de ofenderse mucho.

Más injustificables aún son sus gestos en el palco durante la final, a sólo unos metros de Su Majestad la Reina y la Infanta Sofía, en un momento en el que, mal que nos pese, de alguna forma Rubiales representaba a España frente a todo el mundo y dio una imagen absolutamente lamentable: la suya.

Sin embargo, siendo estos dos asuntos serios y dignos de tenerse en consideración, no deja de ser sorprendente que el escándalo Rubiales haya saltado ahora, cuando durante sus cinco años al frente de la RFEF ha habido tantos motivos para que lo hiciese antes. Pero esta misma izquierda que en su día enarbolaba la bandera de la lucha contra la corrupción, esos periodistas que preparaban las hogueras a la primera sospecha contra un concejal, han callado ante los comportamientos y las comisiones de todo un presidente de la federación deportiva más importante de España que, vaya casualidad, tiene en su móvil el número personal del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez.

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Bienvenidos sean todos aquellos que se sumen ahora, tan tarde, a una petición de dimisión o destitución que desde Libertad Digital y esRadio venimos haciendo desde hace años. Bienvenidos aunque además de tarde lleguen por motivos mucho menos graves que los que otros hemos denunciado desde hace tiempo, porque sea por un beso, por unos gestos obscenos y groseros, por otros comportamientos igualmente impropios o peores, por las sospechas evidentes de corrupción o por su vergonzoso silencio ante el mayor escándalo de la historia del deporte español –el caso Negreira, por supuesto– lo mejor que le puede pasar al fútbol en nuestro país es que Rubiales cumpla su palabra y por fin deje –tal y como ha filtrado este jueves– un puesto para el que es evidente que no está ética ni estéticamente cualificado y que debería haber abandonado hace ya mucho tiempo.

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