Menú
José T. Raga

Al rábano por las hojas

La Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias ha elegido la mejor biblioteca del mundo olvidando los libros y valorando todo lo demás.

El viejo refrán se convierte, con frecuencia, en la forma de expresión preferida para comunicar cualquier aspecto de la vida. Son muchos los que, en su decir, marginan el fundamento, resaltando lo accesorio, lo accidental.

La riqueza de nuestro lenguaje ha solucionado el déficit anterior, ofreciendo términos apropiados que distinguen, con nitidez, lo sustantivo y lo que, pudiendo acompañarle, no es esencial para el objeto descrito.

Decir esto a principios del siglo XXI, entraña un riesgo no menor. De hecho, cada vez más se utilizan términos con significado equívoco, incluso dando origen a vocablos nuevos, de grafía que todos considerarían errónea: "okupa", para referirse a quien usa una vivienda o local sin derecho a ello, o quien se ufana presentando su actividad como "sostenible", cuando depende de una subvención para sostenerse.

Todo esto viene al caso, por una cierta deformación profesional, tras largos años de vida académica en la Universidad. Cualquier universitario, y muchos que no lo son, saben perfectamente qué es una biblioteca y, cómo no, distinguen la biblioteca de las salas de lectura, que también están presentes en los centros universitarios o educativos.

Una biblioteca es un servicio para la consulta de fuentes bibliográficas, cuantas más mejor, para que estudiantes, profesores/investigadores e interesados, puedan acceder a los fondos precisos para conocer, estudiar e investigar los temas de su interés.

Lo esencial, pues, de la biblioteca, son los fondos y el modo de ponerlos al servicio de quienes los precisen; bien mediante medios informáticos actuales, bien como lo fueron aquellas incómodas fichas bibliográficas, que manejábamos hace medio siglo.

Así pues, el "rábano" son los fondos, y las "hojas" todo lo demás; que puede ser importante, como son los servicios informáticos de búsqueda, el acceso en línea a publicaciones propias o externas, el espacio físico… pero no pasan de ser "hojas".

De este modo, la calidad de una biblioteca, viene determinada por sus recursos bibliográficos. Tengo en mente la de la Universidad de Harvard (EEUU), con 16.600.000 volúmenes, distribuidos en 79 bibliotecas parciales, por centros y especialidades.

Algunas bibliotecas albergan, además, verdaderos tesoros bibliográficos; es el caso de la Biblioteca Apostólica Vaticana que, además de disponer de 1.600.000 libros, cuenta con 8.300 incunables –libros editados en el siglo XV–.

En España, la biblioteca de la Universidad Complutense, por ejemplo, cuenta con tres millones de volúmenes, distribuidos en 79 bibliotecas parciales y salas de lectura/estudio/investigación.

La alarma se produce cuando, la Federación Internacional de Asociaciones e Instituciones Bibliotecarias –reunida en Róterdam– declara la Biblioteca Gabriel García Márquez, la mejor biblioteca pública del mundo. ¡Casi nada!

El jurado explicita las razones para ello, valorando "…la interacción con el entorno y la cultura local de la biblioteca, la calidad arquitectónica del edificio… la sostenibilidad, el compromiso con el aprendizaje… todo ello, en cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible de Naciones Unidas…".

Bien ¿y los libros? Dicen, estar concebida para albergar 40.000 volúmenes, de los que ahora dispone de 32.000.

O sea, la mejor del mundo, si olvidamos el rábano –los libros– y valoramos las hojas –todo lo demás–.

Temas

En España

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Hipoteca
    • Libro