Menú

Putin no se contenta ni con la envilecida paz que le ofrece Trump

Tan infame espectáculo era de esperar. Y no sólo por el hecho de que los tiranos como Putin perciban las ofertas de diálogo como muestras de debilidad.

Se suponía que el presidente Trump iba a convencer este martes a Putin de que aceptara una tregua total e incondicional de 30 días como la que había logrado arrancar con todo tipo de presiones al presidente Zelenski tras su bochornoso encuentro en la Casa Blanca. Sin embargo, y a pesar del triunfalismo de los voceros del presidente norteamericano, lo cierto es que el acuerdo ha quedado claramente descafeinado y limitado a "un alto el fuego energético y de infraestructuras" y a un intercambio de prisioneros. Para colmo, sólo unas horas después del acuerdo telefónico entre Trump y Putin, las autoridades ucranianas denunciaban ataques rusos mediante drones a infraestructuras clave del país como dos hospitales situados en la región de Sumi del noreste de Ucrania e infraestructura energética de la empresa nacional ferroviaria en la región de Dnipropetrovsk.

La verdad es que tan infame espectáculo era de esperar. Y no sólo por el hecho de que los tiranos como Putin perciban las ofertas de diálogo como muestras de debilidad, sino porque el propio Trump, que se considera a sí mismo un gran negociador, desde el primer día comenzó cediendo ante el agresor ruso anunciando que Ucrania podía olvidarse no ya sólo de su entrada en la OTAN sino de recuperar la parte de su territorio invadido por el ejército de Putin. Así, por muchas prisas que tenga este nihilista presidente norteamericano en alcanzar la paz, por envilecida que esta sea, lo cierto es que el tiempo corre a favor del tirano ruso. Más aún cuando Trump parece completamente decidido a desvincularse de la defensa de Europa aun en el caso de que Rusia terminara de anexionarse militarmente a toda Ucrania.

Así las cosas, y teniendo también presente las inequívocas pulsiones expansionistas de sus ideólogos de cabecera, como Aleksandr Duguin o Serguéi Karaganov —este último, para colmo, director del Consejo de Política Exterior y Defensa—, resulta evidente que Putin no sólo es una amenaza para la supervivencia de Ucrania como Estado independiente y soberano. Lo es para toda Europa, como bien perciben países como Polonia, Estonia, Letonia y Lituania, cuyos gobiernos ya se han visto en la penosa obligación de coordinar su salida conjunta de la Convención sobre la Prohibición de Minas Antipersona para hacer frente a una amenaza que acertadamente perciben como real a su libertad e integridad territorial.

Así parece percibirlo también por fin algunos gobiernos europeos occidentales —al menos en sus discursos— cuando apelan a la necesidad de una mayor inversión en defensa. Veremos en qué queda después de haber estado financiando tanto tiempo a Rusia con la compra de gas y petróleo. Porque sin un decidido apoyo a Ucrania por parte del resto de Europa, que no sólo contemple la ayuda de material militar sino también la movilización de soldados, será absolutamente ilusoria y numantina la posibilidad de que Putin se avenga al más elemental acuerdo de paz ni a renunciar a su particular Lebensraum con el que quiere volver a someter al dictado de Moscú a los países europeos invadidos en su día por el Ejército Rojo y sometidos al Pacto de Varsovia.

Mientras tanto, los mal llamados acuerdos de alto el fuego alcanzados entre Putin y Trump, más que una razón para la esperanza, parecen un presagio de lo peor.

Temas

En Internacional

    0
    comentarios

    Servicios

    • Radarbot
    • Libro
    • Curso
    • Alta Rentabilidad