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Marlaska tenía dos balas

Nuestros enemigos ahorran en espionaje. El antisemitismo oficial de este Gobierno, por convencimiento o por analfabetismo o porque lo segundo lleva a lo primero, vuelve a meternos en serios problemas de seguridad y credibilidad.

Nuestros enemigos ahorran en espionaje. El antisemitismo oficial de este Gobierno, por convencimiento o por analfabetismo o porque lo segundo lleva a lo primero, vuelve a meternos en serios problemas de seguridad y credibilidad.
El ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska. | Europa Press

El Gobierno del esposo de Begoña empieza a ahogarse en su viscosa salsa de mentiras y patrañas. Hay cierta justicia poética en todo ello, pero sufrimos todos. Desde las sobrinas hasta las balas de Israel, todo contribuye al deterioro institucional.

Hace ya cuatro años, en abril de 2021, el Gobierno y su ecosistema sostenido de medios salió en tromba a denunciar unas amenazas horribles que querían dar al traste con las elecciones autonómicas a la Asamblea de Madrid. Sin pararse a valorar posibles críticas por incompetencia funcional el mismísimo ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, denunció haber recibido, ¡en el Ministerio!, una carta amenazante acompañada de dos cartuchos sin percutir. La nota, según difundieron con profusión, decía así: "Tienes diez días para dimitir. El tiempo de reírte de nosotros se terminó".

Otras cuatro balas, estas del legendario CETME español, fueron dirigidas a Pablo Iglesias, por entonces candidato de Podemos a la Comunidad de Madrid tras la agotadora aventura en la vicepresidencia. Por último, María Gámez, directora en ese momento de la Guardia Civil, también recibió otra extraña misiva artillada. La amenazante nube se cerró con el episodio famoso de la "navajita plateá" (federiquismo compuesto) enviada con detallado remite por un esquizofrénico a la entonces ministra Reyes Maroto.

La investigación, llevada a cabo en el Juzgado de Instrucción número 3 de Madrid, terminó en archivo al no hallarse "datos para la identificación de las personas responsables". Al señor de la navaja, como escribió remite, sí le localizaron tras ardua investigación. El caso es que todo el mundo sensato, que algo queda, terminó preguntándose cómo era posible que llegaran balas al Ministerio del Interior y pasaran inadvertidas a los controles que saltan, pitan y truenan hasta si has comido lentejas. Cosas del odio y del fango… y de la proximidad electoral que les aterraba con razón.

Pues parece que las balas persiguen a Marlaska, afortunadamente no para herirle físicamente. El Gobierno del rearme floral no quiere saber nada de Israel por aquello de que Pedro Sánchez se declaró unilateralmente propalestino unos meses después de hacerse antisaharaui. Y como las mentiras —no compramos ni vendemos a Israel— se toparon con la realidad —15 millones de balas israelíes compradas y publicadas— pues el sanchismo ha tirado de manual: nos quedamos sin balas y sin el dinero de la compra pero seguimos intactos en el antisemitismo. Luego verán qué hacer con los miles de millones restantes en adquisición de material militar y estratégico.

El avispado Gobierno español ha roto el contrato de 6,6 millones de euros con la israelí IMI Systems para adquirir esos15 millones de balas y tendrá que abonar el total de la compra porque ya estaba adjudicado y publicado en el BOE.

Es de suponer que comprará otras balas sostenibles o con sello Halal si no quiere confesar que nos quedamos con las pistolas de Gila. Lo único cierto es que las quejas de los partidos andamio han surtido efecto y España vuelve a estar en el sitio que le corresponde en la era Sánchez, en un apestado rincón del mundo.

Somos vulnerables y no somos de fiar

Para no vulnerar el derecho internacional que se inventan contra Israel, habrá que temer que las próximas partidas de material para la defensa vengan directamente de Hezbolá, socio mucho más fiable que recibe unos 700 millones anuales de Irán para desarrollo armamentístico, según solventes fuentes israelíes. Así que el propio Sánchez podría recibir en Barajas, con honores de Delcy de Estado, a algún traficante —"gran ganga, gran ganga, yo soy de Teherán" — que nos traiga las partidas de fusiles Kalashnikov, AK-47 para los amigos; los cohetes Katyusha que tan bien conocen y anulan los odiados israelíes o los misiles Kornet rusos que ahora, en manos iraníes, se llaman Thar Allah, algo así como "la venganza" o "la ira de Alá". Quizá con este cambio de orientación los socios revolucionarios del Gobierno de España estén más por la labor de aumentar el presupuesto de Defensa, incluso de rescatar algún FELIPE, como se llamaba a los Frentes de Liberación Popular de los 60, para dotar de coherencia militar la nueva diplomacia española centrada en el eje Caracas-Irán-Pekín con fonda en Rabat. Faltaría alguna fragata venezolana, pero bastaría una llamada a José Bono para que hiciera las gestiones oportunas con los comisionistas que se conocen el percal. Con todo ello, la legalidad internacional quedaría intacta y se contribuiría a acabar con Israel, que es el frontis de nuestra política exterior como lo fue de la Alemania de los 30.

En cuanto a las consecuencias de la cacicada, hay un mal uso de caudales públicos, eso está claro, que puede suponer malversación. El incumplimiento y la cancelación de una operación publicada en el BOE podrían también encajarse en algún tipo de prevaricación. Sobre todo, porque las excusas son abiertamente políticas, es decir, arbitrarias, y completamente incoherentes ya que España mantiene lógicamente abiertos otros contratos con Israel que suponen más de mil de millones de euros. Si la rama FELIPE del Gobierno pretende rescindirlos también entonces la hecatombe recomendaría desalojo inmediato antes de que nos invada para siempre el Eje del Mal.

El PP ha anunciado que llevará la chapuza ante el Tribunal de Cuentas, que es como ir a la Farmacia con las dos piernas rotas y la cabeza abierta.

Tiene razón Alberto Núñez Feijóo al denunciar que el Gobierno ha rescindido el contrato para "resolver un problema personal de Pedro Sánchez", pero hay que buscar la fórmula para que la denuncia sea más fructífera y no quedarse a dormir en el hecho administrativo. Algo similar sucedió cuando las quejas por la traducción simultánea en el Senado se centraron sólo en el coste que suponía y no en el hecho de su flagrante ilegalidad. Si las traducciones fueran gratuitas serían igual de contrarias a la Constitución. Lo otro añade gasto al oprobio.

El verdadero problema es que tras este escándalo somos más vulnerables y además hemos aireado problemas que nunca debieron trascender. ¡El dineral que se tienen que estar ahorrando nuestros enemigos en servicios de espionaje! El antisemitismo oficial de este Gobierno, por convencimiento o por analfabetismo o porque lo segundo lleva a lo primero, vuelve a meternos en serios problemas de seguridad y credibilidad.

Estamos confesando que un supuesto problema técnico con las pistolas de la Guardia Civil, de fabricación israelí y de nombre "Ramon" —sin tilde, como Anson—, se podría quedar sin resolver si no se adquiere esa munición. Lo que es seguro es que estamos permitiendo que se hable, sin demasiado rigor, de supuestos problemas tácticos que no sólo se refieren ya a las pistolas sino a toda la estructura tecnológica, inservible sin suministros específicos y periódicos. Es como tener coches sin gasolina. Y no digamos si entramos en el escurridizo terreno de Pegasus, el software espía que pinchó a Sánchez, a Margarita Robles y a Fernando Bala Marlaska.

Como todo puede empeorar, concluyamos confirmando que la vulnerabilidad no es el único mensaje que hemos lanzado al mundo. También estamos diciendo a los cuatro vientos que España no es fiable, que el BOE es papel mojado y que un acuerdo oficial dura lo que se le antoje al primer indocumentado con coche oficial, que ya son legión.

De momento, Marlaska se queda con las dos balas del sobrecito de aquella desastrosa campaña electoral y un buen marrón entre manos. La próxima amenaza parece que será un reloj de arena… Hasta es posible que les sirva la misma nota que pasó los controles del Ministerio: "Tienes diez días para dimitir. El tiempo de reírte de nosotros se terminó". Por sobrinas o por balas, caen como moscas. No hay lealtad bastante en las tiranías.

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