Los acontecimientos que anoche tuvieron lugar en la Ciudad Condal son, no por menos esperados, una advertencia de cuál es el destino que le espera a Cataluña y a su capital si tanto la Generalidad como el Ayuntamiento siguen jugando a ser los más "modernillos" de la clase.

Los okupas que se colgaron ayer de un edificio tan emblemático como La Pedrera para, tras un merecido descanso, armar la marimorena en el barrio de Sants son los mismos que el mes pasado ocuparon las sedes del PSC, ERC e ICV. Entonces no pasó nada. Los acomplejados dirigentes de los partidos que gobiernan en Cataluña y en Barcelona hicieron como que no pasaba nada y hablaron de diálogo con los que se les habían metido en casa por las buenas.

Como los okupas son coherentes, violentos pero coherentes, si ven que los encargados de hacer cumplir la ley no hacen su trabajo aprietan un poco más. Sus objetivos están a la vista; vivir de gratis en un inmueble que no les pertenece. Los del tripartito de la modernidad no tanto. La pusilanimidad se paga. Por de pronto la primera letra la han liquidado ya dos agentes de policia, dos peatones y un periodista de La Vanguardia.