El presidente del Gobierno, el mismo que debe su poltrona y mayoría en el Congreso a unas elecciones celebradas en estado de shock, considera que la Comisión del 11-M ha dado todo lo que puede de sí. Lo esencial, según él, ya se conoce. Mariano Rajoy, quizá aconsejado por Ruiz Gallardón, no se atreve a plantarle cara; a ZP, a Pepiño Blanco y al dóberman del PSOE en la comisión, el neoizquierdista López Garrido.

Lo que no da más de sí es la cara dura de nuestra clase política. Apenas el mes de julio y parte de junio, casi a hurtadillas, sin siquiera televisar, ha durado la pantomima que el Congreso ha hecho de una Comisión tan necesaria y en la que tantas esperanzas se habían depositado.

Quizá para Zapatero lo esencial no sea ir hasta el último detalle de aquellos días de infamia, terror, rabia y propaganda. Para la Nación en cambio sí. La comparaciones son ciertamente odiosas, pero si ponemos en una balanza la Comisión del 11-S y nuestro apaño parlamentario no podemos evitar que se nos salten los colores.