El resultado de las elecciones gallegas pende de un hilo. Mientras tanto, los demócratas de toda la vida, la izquierda nacionalista que tiene legitimidad y bula para hacer y decir lo que quiera, ya ha destapado su adhesión a las reglas del juego. Considera que el voto emigrante "no tiene garantías", lo que significa, en la práctica, que no pueden presionarlo ilegalmente como sí hacen en las mesas electorales y que les puede apear del coche oficial. Sólo tienen interés en la democracia si les permite gobernar. Una constante de la izquierda y los nacionalismos desde la transición, que no les impide aparecer ante la opinión pública como los únicos impecablemente democráticos.

Con ese partido gobernará el PSOE si el voto de los emigrantes no lo evita. Es de suponer que "el cambio" tan fervientemente publicitado por los socialistas consiste en un cambio de un régimen democrático donde se cuentan todos los votos a un régimen donde sólo se cuentan los que ellos y sus aliados reciben. El problema de España no consiste en que el PP tenga que conseguir la mayoría absoluta para poder gobernar, sino que el PSOE se alía con lo que sea si el PP se queda a un escaño. Con lo que sea.