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Carmelo Jordá

2022 trae un nuevo escenario político que podría ser letal para Sánchez

La actualidad ha hecho que los temas que marcan la agenda y el debate público viren hacia un terreno en el que el Gobierno ya no juega con ventaja.

La actualidad ha hecho que los temas que marcan la agenda y el debate público viren hacia un terreno en el que el Gobierno ya no juega con ventaja.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez. | EFE

En algo menos de tres meses el año 2022 nos ha regalado un cambio de escenario político que puede ser mucho más profundo de lo que parece y que puede abocar a que lo que queda de legislatura sea muy distinto –y bastante peor– de lo que Pedro Sánchez y los suyos habían previsto.

Y es que todos los acontecimientos políticamente relevantes de los últimos meses han sido, de una forma u otra, contrarios al Gobierno. Pero no sólo porque fuesen malas noticias, que lo han sido, sino porque todas han ido suponiendo que los temas que marcan la agenda y el debate público viren hacia un terreno en el que ya no juega con ventaja sino que, al contrario, tiene las de perder.

Vamos a analizar estos acontecimientos uno a uno en orden cronológico, tratando de extraer las conclusiones más allá de los meros titulares.

La inflación sube, la economía cae

El primero de los grandes problemas que vino a perturbar lo que debía ser un eufórico final de legislatura fue la inflación: ya a finales del año pasado –y no a raíz de la invasión de Ucrania, como dice el Gobierno– los precios se desbocaban hasta tasas no vistas en décadas.

El problema estaba antes y venía de lejos, pero lo que es obvio es que no va a ayudar mucho a resolverlo una guerra en Europa, con uno de los grandes productores de petróleo y gas implicados y sanciones económicas nunca vistas.

Además, está siendo durante 2022 cuando las familias están viendo como la subida de precios supone ya un golpe considerable para sus economías y, sobre todo, que de nuevo en contra de lo que se nos había dicho, que ha venido para quedarse, al menos una buena temporada.

Lo peor es que cada vez más analistas señalan que podemos estar a la entrada no sólo de un periodo de crecimiento de los precios, sino de la temida estanflación: la combinación letal de inflación y estancamiento de la economía, cuyo efecto en el empleo puede empezar a notarse muy pronto.

Esto hay que sumarlo a una economía española que ya antes presentaba evidentes desequilibrios como un gasto y un déficit públicos desbocados y que ya era la que más había caído por el covid y la que menos se había recuperado durante 2021.

Castilla y León: derrota y pacto PP – Vox

A pesar de que el resultado tampoco fue el que el PP esperaba y deseaba, las elecciones en Castilla y León supusieron un nuevo revés electoral para el PSOE, menos estrepitoso que los de Madrid o Galicia –donde los socialistas fueron relegados a una insólita tercera plaza– pero agravado por la sensación durante un último tramo de campaña en el que llegaron a entrever la posibilidad de alcanzar el poder.

Para colmo, si bien los populares no lograron el éxito que las encuestas predecían tras la convocatoria, quien sí obtuvo un excelente resultado fue Vox, lo que propició a posteriori un pacto que supondrá la primera entrada de los de Santiago Abascal en un gobierno autonómico.

La noticia es fatal para el PSOE por varias razones, primera porque las encuestas posteriores no han certificado la debacle del PP que auguraban los que alertaban –incluso desde dentro del partido– contra el pacto con "la extrema derecha". Al contrario de eso: el acuerdo ha sido visto por la inmensa mayoría del electorado de centro derecha como algo normal, como el primero de muchos y, sobre todo, como un paso adelante en la configuración de una alternativa real y posible al gobierno socialcomunista.

Por otro lado, en unas semanas y con un gobierno funcionando con normalidad en Castilla y León, va a ser mucho más complicado para la izquierda que la "alerta antifascista" sea el tema central de las próximas campañas electorales, por ejemplo de la de Andalucía. De hecho, hasta el propio Gabriel Rufián alertaba el miércoles en la sesión de control al Gobierno de que el recurso a asustar de la llegada a la ultraderecha está ya agotado.

Otro PP, aunque sea el mismo

El pasado 18 de febrero el PP parecía implosionar: el escándalo del espionaje a Isabel Díaz Ayuso había estallado y la cúpula del partido se estaba deslizado por una espiral autodestructiva cuyo final podía ser cualquiera. Las primeras encuestas daban noticia de la noticia más temida por los populares: el sorpasso de Vox.

Sin embargo, poco más de un mes después el Partido Popular prácticamente ha superado la crisis y, aunque nada es perfecto en esta vida y menos aún en la política, lo ha hecho con una suavidad que era impensable en el momento agudo de la crisis: sólo unos días después dimitían en la práctica o de facto los responsables de la crisis – Carromero y, sobre todo, Pablo Casado y Teodoro García Egea – y Alberto Núñez Feijóo daba el paso adelante después de que todas las miradas se hubiesen dirigido hacia él como la única salvación posible.

De lo que parecía el final del partido tal y como lo conocíamos se ha pasado en tiempo récord a un nuevo PP que, incluso aunque sea el mismo, parece ofrecer varias garantías que lo hacen un adversario mucho más temible para el PSOE, empezando por una dirección más racional y profesional que la que ejercían Casado y García Egea y, sobre todo, por el cierre aparentemente definitivo del disparatado conflicto interno que estaba desangrando al partido.

Además, el acuerdo de gobierno en Castilla y León parece adelantar la solución de otro de los grandes problemas que la anterior dirección del PP no había sabido manejar: gestionar una relación con Vox que parece que puede ser mucho más lógica y estable en manos de Feijóo y de Isabel Díaz Ayuso.

Vox en el 20%

La crisis del PP ha tenido un beneficiario inmediato: las encuestas –¡incluso el CIS de Tezanos!– coinciden en que Vox ha tenido una fuerte subida, un empuje que en parte ha perdido al mejorar los populares pero que según no pocos sondeos mantiene a los de Abascal por encima del 20%.

El dato es importante porque, en el sistema electoral español, más o menos a partir de un 18% del voto un partido entra en el reparto de escaños en todas las provincias excepto en Soria, Ceuta y Melilla y eso multiplica sus opciones. Aunque por supuesto todo esto varía según los resultados de las demás fuerzas, podemos ver un ejemplo de ello: en las elecciones de noviembre de 2019 los de Abascal tenían un 15,08% de los votos y se hacían con 52 escaños, mientras que medio año antes con sólo un punto y medio más el PP se había llevado 66.

En resumen: Vox puede estar consolidándose en una franja de voto en la que tendrá más diputados y, con ella y, a pesar de que el PP se haya quedado por debajo de los porcentajes que tenía antes de su crisis, puede ser más fácil que la suma de PP y Vox llegue a los famosos 176 escaños necesarios para desalojar a Sánchez.

Otro dato interesante es que, además, en esa escalada Vox no sólo le quita votos al PP, sino que también logra de Ciudadanos y, atención, del propio PSOE. Así lo desvelaba una encuesta de Demoscopia y Servicios que publicaba hace unos días OK Diario, desde las elecciones de 2019 los de Vox tienen un saldo positivo de 645.000 votos con el PP, pero además también le ganan 203.000 al PSOE y 199.000 a Ciudadanos. Es decir, que aportarían –además de los que puedan llegar de la abstención– 400.000 votos nuevos al bloque que formarían con los populares.

La guerra en Ucrania

El gran acontecimiento del 2022 ha sido y con toda probabilidad será la invasión de Ucrania. Es obvio que no se puede culpar de la guerra a Pedro Sánchez y, aunque los cambios de política y las divergencias con su socio de gobierno sí pueden tener una incidencia, ese no va a ser el principal problema de Sánchez.

Lo que de verdad puede perjudicar a Sánchez es el nuevo estado mental, por así decirlo, en el que la guerra ha puesto a Occidente, despertando y llevando al primer plano de la actualidad una serie de preocupaciones –la seguridad militar, la política energética, los problemas económicos derivados del propio conflicto y de las sanciones…– en las que los habitualmente los partidos de centroderecha se encontrarán más cómodos que los de izquierda e incluso la mayoría de los partidos de izquierda europeos sabrán desenvolverse mejor que el gobierno de PSOE y Unidas Podemos.

Sea cual sea la cuestión que analicemos, es evidente la dificultad que va a suponer para Sánchez y sus socios: si miramos por ejemplo una política de Defensa que con toda probabilidad va a pasar por un incremento muy notable del gasto militar, es fácil imaginar lo que pueden decir los ministros podemitas al respecto, pero es que tampoco hay que olvidar que el propio presidente del Gobierno dijo, antes de llegar a Moncloa eso sí, que el ministerio que suprimiría sería el que ahora gestiona Margarita Robles.

El caso de la política energética no es muy diferente: pocos gobiernos europeos han insistido más que el español en la agenda verde y la transición energética y, de hecho, cuando muchos en la UE están ya corrigiendo el error y volviendo su mirada de nuevo a la energía nuclear Sánchez y su ministra Ribera siguen empeñados en unos objetivos marcados por el ecologismo que será imposible mantener en el tiempo.

Finalmente, afrontar los problemas económicos derivados de la situación tampoco parece que vaya a ser el fuerte de Pedro Sánchez y los suyos. También tenemos precisamente en la energía un buen ejemplo de la incapacidad de Sánchez para gestionar. Así, después de una enorme gira europea en la que iba a conseguir todo un nuevo marco energético para el continente, el presidente se ha tenido que conformar con un acuerdo que le permitirá, si y sólo si Bruselas lo consiente, intervenir en parte los precios.

Transportistas y otras movilizaciones

Y mientras tanto, en España la conflictividad social está escalando de una forma que sólo unas semanas atrás era absolutamente impensable. Hace sólo unos días Madrid fue el lugar en el que se celebró una manifestación masiva: unas 400.000 personas desfilaron por la capital en una convocatoria que habían hecho, con muy poco apoyo institucional y ninguno mediático, colectivos que hasta ahora no destacaban precisamente por su capacidad de movilización.

El conflicto de los transportistas está siendo también un punto de inflexión, ya que está llevado a todos los supermercados, y por tanto a todas las casas, los problemas que cada vez afectan a más sectores. Y el Gobierno está demostrando también en esto una torpeza insólita: tras días de limitarse a insultar a los huelguistas se ha llegado a un acuerdo con las patronales que no estaban detrás de la convocatoria y, finalmente, la huelga sigue en marcha 12 días después.

Para más INRI, los sindicatos demostraron el miércoles pasado que su capacidad de convocatoria y su representatividad son menos que cero y, aunque pueda parecer anecdótico, que UGT y CCOO sólo sean capaces de reunir a 500 personas en Madrid demuestra algo que es aterrador para un gobierno socialcomunista: que la izquierda ha perdido la calle.

Un final de legislatura largo y amargo

Pedro Sánchez tenía previsto, al menos hasta hace sólo unas semanas, que la legislatura se agotase y las elecciones llegasen apurando al máximo el plazo legal, es decir, en enero de 2024.

El plan era perfecto: el dinero de Europa llegaría a raudales durante 2022 y 2023, permitiría regar a un montón de colectivos y empresas más o menos afines y, al menos momentáneamente, generaría empleo y una cierta sensación de prosperidad. Además, en el segundo semestre del año que viene España ejercerá la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, lo que serviría al presidente para darse un favorecedor baño de institucionalidad.

Pero lo que cada día está más claro es que la situación económica puede degenerar tanto que el dinero europeo no sirva para nada, y eso si llega: ¿alguien se cree que en plena guerra y con una enorme crisis energética se van a seguir destinado miles y miles de millones a la "transición verde"? Expertos en la cuestión aclaran a Libertad Digital que eso no va a ocurrir y que, además, planificar una nueva estrategia y un nuevo destino para todo ese dinero va a suponer, como mínimo, retrasos de meses.

Y todo lo anterior en un Ejecutivo con dos partidos –uno de los cuales parece cada día más en descomposición– y con una seria debilidad parlamentaria. Así las cosas, aunque la política es capaz de dar muchas vueltas y Sánchez ha demostrado sobradamente ser un mago en provocarlas, resulta más que razonable pensar que su situación sólo puede ir empeorando y, encima, se diría que ya se ha cerrado la ventana de oportunidad para una convocatoria electoral que había abierto la crisis del PP. No, no parece que este –o el próximo– vayan a ser buenos años para el presidente del Gobierno.

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