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Cristina Losada

Las quitas según-a-quién

Bravo, se dirá, que cada palo aguante su vela. Pero a mí me surge y me inquieta una simple pregunta.

Tal como se presagiaba, el experimento con la cobaya chipriota era un adelanto del nuevo procedimiento de rescate del que medita dotarse la Zona Euro. Aun en medio de la confusión, que es ya estado natural en ese ámbito, se ha reconocido que las quitas van a acompañar a todos los rescates bancarios futuros. Así, tendrán que asumir pérdidas los accionistas, los acreedores de deuda subordinada, los acreedores de deuda senior y los depósitos de más de 100.000 euros. Bravo, se dirá, que cada palo aguante su vela. No vamos a pagar los desastres bancarios entre todos los contribuyentes. Pero a mí me surge y me inquieta una simple pregunta.

Cuando, hace cinco años, muchos países europeos, entre ellos Alemania y Holanda, hubieron de salir al rescate de sus bancos, ¿cómo no aplicaron la filosofía de la quita? Salvemos la excepción menor de Dinamarca, que no pertenece a la Eurozona, donde se impusieron pérdidas a los grandes depósitos de una –y sólo una– entidad quebrada. Pues bien, mucho me temo que la respuesta es ésta: no hay Gobierno que esté lo suficientemente loco como para presentarse a unas elecciones tras haber propinado una buena quita a los accionistas y depositantes de sus bancos. Una acción que, en un mundo financieramente globalizado, conduciría al dinero de verdad a buscar otros refugios, pues no hay nada más asustadizo que un millón de euros o de dólares. Vale, sí, dos millones.

Cierto, aquellos Estados salvaron al Commerzbank, el Hypo, la Bayerische LB o el ING con su dinero, sin pedir prestado a otros. En cambio, Irlanda, España o ahora Chipre tuvieron que recurrir a Uropa para sacar a sus entidades del agujero, si bien endeudándose hasta las cejas. Pero tampoco es tan sencilla la historia. Alemania, por ejemplo, recibió ayudas de emergencia –y otras– del Banco Central Europeo a fin de socorrer a sus entidades tocadas. Tocadas y hundidas, entre otros motivos, por haber financiado burbujas inmobiliarias como la irlandesa o la española. ¿Se habría actuado del mismo modo, esto es, sin quitas, si la fiesta de los ignominiosos PIGS la hubiera pagado el dinero ruso? Es otra pregunta retórica.

La moraleja de este episodio es obvia: las lógicas nacionales mandan también a la hora de diseñar los rescates. Así, la medicina de las quitas se aplica según a quién y preferiblemente al prójimo. Impera el interés de cada Estado y cada Gobierno, incluso el muy cortoplacista de una convocatoria electoral próxima. Y todo ello sería naturalmente muy lícito. Lo sería siempre que no tuviéramos una moneda común. Una de las grandes paradojas de la Eurozona es que diferentes Estados comparten una moneda... y no mucho más. Ha habido y hay Estados sin moneda propia, pero no hay moneda que no tenga un Estado detrás. Tal vez haya sido así por alguna buena razón. 

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