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EDITORIAL

En la 'vuelta' de Pablo Iglesias

La implosión de Podemos es una magnífica noticia. Lo malo es que el principal beneficiario inmediato es un PSOE comandado por un traidor sin escrúpulos como Pedro Sánchez.

Sin el menor sentido del ridículo, el comunista Pablo Iglesias ha orquestado su vuelta a la primera línea política tras su permiso paternal trucho –se lo ha saltado siempre que ha querido, lo que ha dejado en pésimo lugar a su sustituta, que casualmente es su pareja sentimental y la madre de sus hijos– cual si retornara victorioso de un conflicto en el que hubiera salvado a la Humanidad. El recibimiento de que fue objeto este sábado por una minimasa de adeptos en una plazuela madrileña, con momentos de gran cursilería grotesca, fue de auténtica vergüenza ajena.

Pero aún peor fue el discurso del potentado comunista, que se apareció ante sus menguadísimas huestes con un aspecto harto desgreñado que sólo faltando ominosamente a la verdad puede asociarse al estrés asociado a la paternidad. La facha de Iglesias casaba más con lo que es, un resentido que vive –excepcionalmente bien– de tratar de excitar en multitudes devenidas en masas sentimientos despreciables como la envidia.

El galapagueño pergeñó un tartufesco acto de contrición por –vino a decir– haber respetado las reglas democráticas en las Cortes Generales, algo que no está dispuesto a volver a hacer –vino a juramentarse– porque –vino a clamar, con una manera raperesca de agarrar el micro– a su movimiento político lo mueve el afán revolucionario. Y para demostrarlo se arrancó con una andanada de amenazas e insultos a empresarios, medios de comunicación... y hasta a su semejante Manuela Carmena, a la que no perdona la puñalada de su adopción del también chavista Íñigo Errejón, becario fake de la Universidad de Málaga que sin vergüenza aspira a gobernar la Comunidad de Madrid.

Ahora bien, hasta Irene Montero sabe que esa retórica macarra no es más que una cortina de humo de un partido que, con todo merecimiento, se hunde en las encuestas. En efecto y por fortuna, Podemos ha pasado de ser una fuerza emergente que amenazaba la hegemonía socialista en el ámbito de la izquierda a parecer una plataforma de paniaguados comandada por una pareja de nuevos ricos que jamás han dado un palo al agua. Las purgas, la tremebunda egolatría de Iglesias y el célebre casoplón de Galapagar han causado estragos en un partido liberticida que ojalá desaparezca por consunción mucho más pronto que tarde.

La implosión de Podemos es una magnífica noticia. Lo malo es que el principal beneficiario inmediato de la misma es un PSOE pasado con armas y bagajes al bando de la izquierda más siniestra y comandado por un traidor sin escrúpulos como Pedro Sánchez, la mayor amenaza que pesa sobre la Nación.

Por eso son trascendentales las elecciones del próximo 28 de abril: porque España puede hundirse en una crisis de excepcional gravedad en caso de que el presidente menos votado de su historia, colocado ahí por comunistas, proetarras y separatistas golpistas, consiga mantenerse en el poder.

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