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EDITORIAL

Europa debe enfrentarse al terrorismo islamista

El multiculturalismo, con sus acusaciones genéricas de islamofobia, ha esterilizado la tarea de prevenir los atentados islamistas en suelo europeo.

La reciente cadena de atentados de corte islamista en Alemania demuestra nuevamente un hecho esencial: el radicalismo islámico ha declarado la guerra a Europa, aunque sus instituciones y Gobiernos prefieran negar esta evidencia para eludir su responsabilidad.

En el transcurso de los últimos siete días cuatro ataques terroristas han tenido lugar en tierras germanas, principalmente en la región de Baviera, con el resultado de diez muertos y decenas de heridos. En todos los casos, los autores de los atentados eran radicales vinculados al Estado Islámico y, como tales, dispuestos a inmolarse para llevarse por delante al mayor número de infieles posible.

Es el mismo esquema de los ataques perpetrados en diversos puntos de Francia y Bélgica en lo que llevamos de año, donde los terroristas han buscado provocar el mayor número de bajas entre civiles, a los que su interpretación radical del islam convierte en subhumanos que los musulmanes piadosos han de exterminar.

Pero el hecho de que un grupo numeroso de criminales fanatizados haya puesto en su punto de mira a los ciudadanos europeos no es un cataclismo ante el que no cabe más opción que sucumbir. Al contrario, Europa es un ámbito geopolítico forjado en una tradición cultural y religiosa que ha permitido el progreso y la libertad como en ningún otro lugar, a pesar de los riesgos de todo tipo que se han cernido históricamente sobre nuestras sociedades.

En el caso del terrorismo islamista Europa tiene una debilidad de fondo, el multiculturalismo mal entendido, que dificulta luchar eficazmente contra esta amenaza. Durante años, la filosofía buenista esparcida entre la sociedad europea con pretensiones hegemónicas por Gobiernos, partidos y medios de comunicación, ha esterilizado cualquier respuesta eficaz para hacer frente al riesgo de atentados terroristas. El dogma de lo políticamente correcto, que tacha de islamobofia cualquier precaución para identificar a los elementos peligrosos y evitar la radicalización en nuestro suelo de jóvenes musulmanes de segunda o tercera generación, ha llevado a que las actividades de proselitismo de las organizaciones islamistas se hayan desplegado delante de nosotros con total impunidad.

Aún hoy, cuando con machacona insistencia se suceden los ataques terroristas en el mismo centro de Europa, tenemos que asistir a las sonrojantes interpretaciones de la prensa y partidos izquierdistas, empeñados en convertir a los verdugos en víctimas de una sociedad que no los comprende, por lo que no tienen más remedio que asesinar a mansalva y, eventualmente, inmolarse ellos también en nombre de Alá.

La crisis migratoria agrava además el actual estado de cosas en nuestro continente. De nuevo, el buenismo progre se niega a que entre los miles de refugiados que llaman a nuestras puertas se lleve a cabo una investigación rigurosa para determinar la existencia de terroristas entre las masas de musulmanes que huyen de las guerras de Siria e Irak.

La asignación de la condición de refugiados a todos los inmigrantes, sea cual sea su procedencia y objetivos, lleva a que los últimos ataques terroristas hayan sido perpetrados precisamente por asilados que jamás deberían haber gozado de esa condición.

El primer paso para enfrentarse con garantías a un problema es identificarlo correctamente. Solo así será posible afrontar con garantías de éxito la mayor amenaza que se cierne en estos momentos sobre Europa y pone en riesgo su mera existencia futura. La ceguera voluntaria de los gobernantes y la prensa pusilánime agravan este problema para satisfacción de los propios islamistas, pero también de las fuerzas políticas radicales europeas, que ven en esta crisis de seguridad una nueva oportunidad histórica para asaltar el poder.

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