Fin de semana

Esta nueva entrega de Los mitos del nacionalismo vasco (Planeta) está conformada por varios pasajes del capítulo 19, titulado 'El exterminio de la clase política'. En ellos José Díaz Herrera nos recuerda el pasado del cabecilla de Batasuna Arnaldo Otegui, conocido por Gordo por sus conmilitones de la organización terrorista ETA Político Militar.

La NASA ha hecho un anuncio esta semana que en otro contexto histórico habría sido un bombazo. Su director general, Michael Griffin, comunicó las intenciones de la agencia de poner en la superficie lunar a cuatro astronautas antes de 2020.

Mentiría si dijera que conozco más la barra de ejercicios de ballet que la barra de los bares. Pero durante varios meses, la primera fue la única que frecuenté. Si Ecuador, como solían decir los viajeros que por allí pasaban, era un sanatorio, Otavalo era su mejor sala de recuperación.

Eran amigos desde la infancia. Se encontraron en las clases del instituto de Cortadura, en la carretera de Cádiz a San Fernando. Habían congeniado muy bien, por lo que se visitaban con frecuencia. La presencia de Juan Martín Montañés, de 22 años, era muy familiar en casa de Javier Suárez Samaniego, de la misma edad, hijo del arquitecto gaditano José Luis Suárez Cantero. Un muchacho simpático, inteligente, aunque tímido.

Libros y más libros. De ellos nos nutrimos en el medio. ¿Qué medio? El que me ha sido dado frecuentar desde que tengo memoria. Pero a pesar de esa familiaridad libresca, adquirida en el decurso de los años (queda cursi pero ahí queda), no deja una de asombrarse ante el fenómeno, ya antiguo, de la disparidad entre calidad y cantidad. La coincidencia, a veces la hay, es pura ídem.

Russell Crowe se ha especializado en el papel de noble bruto, un héroe simpático para ellos y atractivo para ellas. Tras ser Gladiator y Master and Comander, ahora borda a James J. Braddock, el indómito neoyorquino de origen irlandés que durante la Gran Depresión encarnó la esperanza de millones de desposeídos. 

Impenetrables bosques tropicales, pintorescas aldeas de pescadores, impresionantes macizos montañosos y kilómetros de playas de fina y blanca arena. Así es Malasia. Lo tiene todo. Muchos afirman que la mayor riqueza de este país son sus habitantes, de diferentes razas y que basan su convivencia en el respeto y la tolerancia. De ahí se distingan por sus sonrisas.