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Javier Somalo

La senda de Feijóo

Sánchez celebra la llegada del nuevo líder del PP exigiéndole que separe sus pasos de los de la extrema derecha, de Vox.

Sánchez celebra la llegada del nuevo líder del PP exigiéndole que separe sus pasos de los de la extrema derecha, de Vox.
Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo. | EFE

Dice el presidente de un gobierno formado por PSOE, comunistas (bolivarianos de nómina), ERC (artífice del golpe a la Generalidad) y Bildu (ETT de la banda terrorista ETA) que el PP ha vuelto "a la senda constitucional". Lo dice, claro, desde el monte, muy lejos de la mentada senda. Celebran la llegada del nuevo líder del PP exigiéndole que separe sus pasos de los de la extrema derecha, de Vox, condición irrenunciable para seguir en esa "senda constitucional", más bien sendero que, por supuesto, no conduce al Palacio de La Moncloa.

¿Debe llegar Alberto Núñez Feijóo a algún acuerdo con ese gobierno como acto inaugural de su carrera por la presidencia? No es preceptivo, desde luego, aunque pueda parecer lógico que se escenifique el intento como presentación en sociedad de la oposición. Y no más allá. Esta semana ha tenido la primera prueba de cómo será recibido. Habrá muchas más.

Pero ¿qué es la "senda constitucional" de la que habla Pedro Sánchez? La respuesta es sencilla: un camino jalonado con todo aquello que es sospechosa o meridianamente inconstitucional. Así ha construido esta izquierda el poder, como demolición del régimen democrático pero siempre con apariencia de cambio legislativo. De ahí vienen las leyes innecesarias para el ciudadano pero irrenunciables para el objetivo de impedir el paso de la derecha, como bien reconoció Pablo Iglesias… que hemos olvidado que fue vicepresidente del Gobierno.

Esta es la razón de la Ley de Memoria Democrática, la Ley de Violencia de Género, la Ley de Libertad Sexual o la Ley Trans. Todas ellas chocan de frente con algún derecho fundamental, enfangan el terreno político y dejan sin solucionar los problemas ciudadanos. Pero cambian el régimen poco a poco sin que nadie se atreva a tacharlas de, al menos, inconstitucionales.

Por descontado, también jalonan el sendero todas aquellas reformas educativas que cubanicen la enseñanza y abonen el campo de la subvención, del eterno agradecimiento, de la dependencia.

Nada de todo lo anterior será eficaz sin la politización de la Justicia (reforma socialista), hoy llamada "renovación del CGPJ" o más genéricamente "renovación de los órganos institucionales". No hay una salida posible distinta a la exigencia de una independencia del Poder Judicial. Lo manda la Constitución. Esta será quizá la peor piedra en el zapato de Alberto Núñez Feijóo. Le dirán que abandona la senda, le acusarán de violar la Carta Magna…

Feijóo en la SER, la radio de la senda

El nuevo candidato del PP atendió este viernes una entrevista con Angels Barceló en la cadena SER. Al responder a una pregunta sobre el pacto de gobierno en Castilla y León, Núñez Feijóo recordó que se habló primero con la segunda fuerza política, que fue el PSOE, para contar con su abstención y "la respuesta es que no".

Entonces Barceló quiso corregir la versión —"no fue así tal cual", acotó— aportando la suya: "se dijo: si rompen con la ultraderecha en los sitios en los que se apoyan en ella para gobernar".

La respuesta fue la única posible, aunque eso no siempre ha significado que se pronunciara, y menos en la SER".

—¡Pero qué me dice usted!

—Yo digo lo que dijo el Gobierno, el PSOE…

—Será una broma, ¿no? Entiendo que eso es una broma… Que el PSOE nos diga que hay que romper con Vox cuando está gobernando con Bildu en Navarra, con Podemos en el Gobierno de España y con los apoyos de ERC y Bildu para sacar presupuestos y leyes. Supongo que el manual de coaliciones del PSOE es el manual de lo que no se puede utilizar.

Y es verdad que, si no fuera dramático, sonaría a broma: Sánchez con sus gafas de Top Gun, sentado en una silla; a su izquierda, de pie y posando la mano sobre su hombro, Oriol Junqueras; a su derecha, de la misma guisa, Pablo Iglesias —lo de Yolanda Díaz despista de la realidad— y detrás, de brazos cruzados y en penumbra, Arnaldo Otegi. Y el padrino de esa estampa siciliana exigiendo al PP que se aleje de Vox, extrema derecha en el manual.

Pero lo peor de la entrevista estaba por llegar. Inmediatamente después, Angels Barceló realizó una pregunta muy breve que tampoco tenía posibilidad de duda en la respuesta:

—¿Piensa usted que Vox es un partido democrático?

Se presenta a las elecciones, tiene votos y escaños y esto es la democracia, ¿no?

Barceló, la que llamaba "señora Monasterio" a la candidata de Vox a la Comunidad de Madrid y "Pablo", sin más, a Pablo Iglesias, canturrea las preguntas como si eso les restara gravedad. Ni una palabra más alta que otra. Pero preguntar si Vox es un partido democrático es propio de alguien que no es un demócrata. Y no haber formulado jamás esa pregunta sobre un partido como Bildu es, además, bastante asqueroso.

Tras el accidentado debate de la "señora Monasterio" y "Pablo", allá por abril de 2021, Barceló pidió que la entrevistaran para indignarse en otros micrófonos distintos a los suyos. Reclamó "unión de los demócratas" casi como si estuviera en Barcelona el 1 de octubre de 2017. "Somos más, hagámonos oír", arengó angustiada. Y al final dejó clara su postura:

Si algo positivo tenemos que sacar de lo de hoy, al margen de la unión del resto de fuerzas políticas, es que ha quedado absolutamente claro que han quedado en evidencia. Ya no queda ninguna duda de quién es Vox: un partido neofascista y de ultraderecha.

La extrema izquierda mediática que por las mañanas parece representar Barceló, ¿es entonces democrática o debería ser prohibida? Por preguntar que no quede; que el que pregunta, según ellos, nunca ofende, si sólo son ellos los que lo hacen.

Nada de esto es nuevo. Los socialistas siempre han reclamado una derecha que sepa sentarse y dar la patita pero que jamás llegue al poder o que lo haga con permiso y bajo control. Jesús de Polanco, poder real absoluto cuyo brazo político era el PSOE, presumía de apadrinar a esa derecha adiestrada en la persona de Alberto Ruiz Gallardón. El entonces alcalde de Madrid le puso, entre otras muchas cosas, una calle en la capital. Prisa hacía enormes paréntesis cuando su particular modelo de corrupción (la izquierda no roba, se aprovisiona) rondaba cerca del que fuera presidente de la Comunidad y alcalde de Madrid. Siempre se llevaron bien. Derecha dócil, que deja hacer a la izquierda y a sus empresas, por mal que vayan los números y por más que se haga por evitarlo. Una derecha que ceda La Moncloa a la izquierda y que si, irremediablemente llegara por un fallo de organización, obedezca.

En marzo de 2007, cuatro meses antes de morir y durante una Junta General de Accionistas del Grupo Prisa, Jesús de Polanco fue claro respondiendo a un accionista que expresó su preocupación por el hecho de que el Grupo se viera desde fuera como un "poder partidista". Tras la consabida disertación sobre lo deseable de una "derecha laica" a la que hasta respetarían, el dueño del emporio político mediático dijo:

Es muy difícil ser neutral en unos momentos en que hay quien desea volver a la guerra civil (…) es muy difícil ser neutral cuando a una de las partes le vale todo para recuperar el poder (…) si recupera el poder [la derecha] van a venir con unas ansias de revancha que me dan mucho miedo.

La reacción del entonces secretario general del PP, Ángel Acebes, fue bien lógica:

La posición del PP es muy sencilla. Nadie está obligado acudir a la casa de quien le insulta, difama, y anuncia que su estrategia es perjudicarle.

Sólo Alberto Ruiz Gallardón estaba en desacuerdo y reclamaba día y noche al PP que anulara el veto sin condiciones. Acebes dejó bien claro que la postura oficial era invariable:

Que rectifique el señor Polanco de sus acusaciones de que este partido no es democrático y busca la guerra entre españoles. Es la única condición del PP.

Y dejó dicho lo que desde entonces, y mucho antes, es una constante en la izquierda: impedir que la derecha pueda llegar al poder y legislar como si la derecha no existiera:

Tal vez al señor Polanco no le parezca un insulto llamar fascista y guerracivilista a alguien. A nosotros nos parece el insulto más grave que se le puede hacer a un partido político. Al único que es alternativa de Gobierno y se opone a que Zapatero ceda al chantaje de ETA. Esto último es la clave. Todo indica que el objetivo de la campaña puesta en marcha por Zapatero y sus medios afines es cercenar toda oposición al acuerdo del Gobierno con ETA y que el PP no sea alternativa de Gobierno.

No, ni Angels Barceló es original en sus preguntas antidemocráticas ni es nuevo que la izquierda condene a la derecha con la guerra civil en la mano. De hecho, viene de antes de la guerra el proyecto que la excluía del gobierno de España como bien demostraron en varias ocasiones durante la II República. Novedades, ninguna. Alertas, todas.

Camino de Galicia a La Moncloa —tal es la lógica intención de Feijóo— habrá muchos cruces y otras tantas emboscadas políticas, mediáticas y hasta judiciales, si es que se diferencian. En la de Gran Vía 32, de momento, ha salido ileso y hasta bien parado. Pero, como bien demuestra la historia, la más mínima cesión de ideas y esa obcecación con el centro para hacerse perdonar por la izquierda nunca han dado buenos resultados.

Confiemos en que el peregrino sepa también callejear por Madrid.

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