Menú
Luis Herrero Goldáraz

Cómo reconocer a un machista y vivir para contarlo

Reconocer el machismo exige desactivarlo, así que lo que más conviene es no equivocarse en la elección del cable que haya que cortar.

Reconocer el machismo exige desactivarlo, así que lo que más conviene es no equivocarse en la elección del cable que haya que cortar.
Imagen sacada del vídeo en el que se escucha a estudiantes proferir insultos machistas contra el colegio mayor vecino. | Archivo

El machismo, como el diablo, tiene mil caras, y es por eso que a algunos debe resultarnos tan difícil reconocerlo. Reconocer el machismo exige denunciarlo de inmediato, desactivarlo como a una bomba a punto de estallar, así que lo que más conviene es no equivocarse en la elección del cable que haya que cortar. En este mundo traidor, tan de heteropatriarcado latente, con sus masculinidades tóxicas infiltrándose por los recovecos que todavía surgen en los pliegues del manto de progreso que las luchadoras por la igualdad han extendido sobre nuestras cabezas, reconocer el machismo es una tarea francamente complicada. Es normal que surjan dudas, nadie lo niega. Así que se comprende que haya gente que prefiera recurrir a aquellos trucos que conoce y que han funcionado con anterioridad.

Lo importante es no cagarla. Sabemos, por ejemplo, que lo más probable es que un colegio mayor repleto de veinteañeros casi vírgenes sea un nido de machistas. A esos se les puede, no, se les debe atizar en Twitter cuanto antes. No sabemos, o no podemos saber a ciencia cierta, si la pulsión que mueve a los ayatolás a colocarle un velo a sus mujeres, a asesinarlas si no lo llevan correctamente y a encarcelar a las que reaccionan contra semejante abuso es fruto del machismo o un rasgo cultural complejo que hay que comprender o por lo menos contextualizar. Si la revolución del feminismo surge en teocracias islámicas como Irán, no debemos precipitarnos y opinar.

A las chicas del colegio mayor vecino, las que han salido a defender a esos chavales y a contextualizar sus gritos de energúmenos, sólo se las puede mirar con pena. Ellas son machistas también, aunque no lo sepan. Y no hay nada más triste en esta vida que contemplar a una víctima abducida por el síndrome de Estocolmo.

Ese es quizá el mayor riesgo de ser mujer hoy, no haber abierto los ojos todavía ante su indudable victimización. No reconocer a su opresor. Por eso, es necesario que todas se familiaricen rápido con algunos otros trucos que las puedan ayudar. Si el bromista que suelta chistes inquietantes sobre violaciones es un cayetano, es machista. Probablemente haya crecido en la caverna y no sepa salir. Huye de ahí. Si lleva coleta, está concienciado con la lucha, ha sido profesor en Somosaguas y hace bromas sobre azotar hasta que sangre a una conocida presentadora de televisión, cayetana y machista, es un aliade. Con ese puedes follar.

Si dice, por ejemplo, que no quiere sentirse hipócrita. Que todavía recuerda lo que es haber sido joven y gilipollas, que conoce lo que es vivir en un colegio mayor y entiende sus dinámicas internas, sus bromas pesadas y sus lenguajes privados, es un machista de manual. Si observa el vídeo de los niños del Elías Ahuja y sólo ve eso, a una panda de niñatos inexpertos, aborregados e imberbes, pero no a un grupúsculo de violadores en potencia, lo más probable es que ya esté condenado.

Si argumenta, con cierta lógica, que la mayoría de esos niños tienen madres. Y hermanas. Y novias. Y asegura estar convencido de que cualquiera de ellos saltaría contra un maltratador si lo descubriese sometiendo a su víctima. No le contestes, es un pobre ingenuo. Si todavía se pone chulo y comenta que no entiende por qué tanta falsedad, si está claro que todos los adultos que ahora se llevan las manos a la cabeza con el vídeo, los que tienen absolutamente claro que "existen límites que no se pueden traspasar", fueron en su día igual que ellos, crúzale la cara. No ha entendido nada y es un peligro público. Si se atreve a comprender a esos niñatos y te suelta que lo único que les hace falta es crecer algunos años, que pasado un tiempo mirarán también con pesadumbre a quienes vengan por detrás y se escandalizarán con sus mamarrachadas. Si te dice que lo que necesitan no es superar el machismo, sino simplemente madurar, grita, corre y pide ayuda. Aunque posiblemente nadie te pueda salvar ya. En resumen, si por algún casual me ves en Tinder, cosa difícil, porque no tengo, ni se te ocurra darme un like.

Temas

En España

    0
    comentarios