
Si todas las elecciones autonómicas tienen un impacto en la política nacional, las que se van a celebrar en Andalucía, previsiblemente, el próximo mes de junio, pueden ser un auténtico tsunami. No sólo es la comunidad más poblada de nuestro país, sino que también ha sido el mayor feudo del PSOE durante cuatro décadas, por un lado gran granero de votos y por el otro gran refugio merced a la gigantesca administración con una no menos descomunal red clientelar copada por el socialismo.
La derrota de Susana Díaz en 2018 ya supuso un terremoto político en diciembre de 2018, pero en aquel momento pudo considerarse como un tropiezo, poco menos que una casualidad propiciada por la aritmética electoral, el inesperado surgimiento de Vox y la suma casi imposible a priori de los tres partidos de centro derecha.
Pero ahora podemos estar ante una derrota que ya sea imposible achacar a la casualidad y que, al contrario, sea la muestra más visible de un cambio para muchos años en Andalucía y el anuncio más claro de un nuevo ciclo electoral que acabe con Sánchez fuera de Moncloa.
Vamos a analizar alguna de las claves que pueden marcar estas elecciones y también lo que será el panorama posterior dentro y fuera de Andalucía.
La importancia del calendario
Aunque de la sensación de que todo está siendo un proceso muy improvisado, la convocatoria electoral y la elección de la fecha podrían estar mucho más pensadas de lo aparente: si se cumplen las previsiones Juanma Moreno podría elegir un día después de una larguísima serie de fines de semana marcados por celebraciones de distinto tipo por toda la geografía andaluza.
Esto podría llevar a algo poco usual como que la convocatoria sea entre semana, no por el imperativo del calendario como ocurrió en Madrid, sino para evitar que coincida con alguna de estas festividades. Pero además, y más importante, serviría también para llegar a las urnas en medio de una cierta sensación de euforia popular después de unas fiestas muy arraigadas entre los andaluces, en muchos casos de extraordinaria importancia económica y turística y, sobre todo, que por fin se están pudiendo celebrar tras dos años de prohibiciones y suspensiones por la pandemia. Es obvio que eso beneficia al partido en la Junta.
¿Superará Moreno a la izquierda?
A grandes rasgos, las encuestas coinciden en presentar un panorama postelectoral similar: una victoria holgada de Juanma Moreno que, sin embargo, no sería suficiente como para lograr una mayoría absoluta que le permitiese gobernar sin ningún apoyo externo y, singularmente, sin depender de Vox.
Descartada esa mayoría, hay otra opción que sí contempla alguno de los sondeos y que también tendría un profundo impacto político: que Moreno no llegase a la mayoría absoluta, pero superase en escaños a la suma de todos los partidos de la izquierda.
Esto haría muy difícil a Vox votar en contra de una investidura del PP y establecería la relación entre ambos partidos en un nivel completamente diferente del que tendrían en el caso de que fuese necesario el voto de los de Vox para investir a Juanma Moreno. En ese escenario con los populares sumando más que la izquierda es poco probable que Vox entrase en el gobierno y tendría que limitarse, como ocurre en Madrid, a negociar los presupuestos y las grandes leyes.
Además, a nadie se le escapa que de la correlación de fuerza de ambos partidos en Andalucía supondrá un mensaje muy fuerte a nivel nacional en una carrera electoral entre PP y Vox que está muy lejos de estar decidida.
Con Olona o sin Olona
A estas alturas nadie duda de que Vox obtendrá un buen resultado en Andalucía y mejorará los 12 escaños que obtuvo en las elecciones de 2018, pero… ¿hasta dónde puede llegar los de Santiago Abascal?
El partido conservador ha obtenido algunos buenos resultados en elecciones autonómicas contando con candidatos prácticamente desconocidos y sin excesivo punch electoral como Ignacio Garriga en Cataluña o Juan García-Gallardo en Castilla y León. Otros, con más experiencia, sin embargo han mostrado sus limitaciones como Rocío Monasterio –que también ha tenido la mala suerte de tener que enfrentarse al vendaval Ayuso–, pero lo que no hemos visto todavía ha sido a un candidato verdaderamente potente y no sabemos qué empuje extra puede aportarle a un partido que es cierto que por el momento tiene una marca muy fuerte entre su electorado.
Olona sería sin duda ese candidato potente: no sólo es percibida como uno de los dirigentes más potentes del partido sino que ha logrado tener un perfil propio en el Congreso acreditando su capacidad para la brega dialéctica y, además, ha aparecido como responsable de algunos de los éxitos de Vox en sus batallas judiciales frente al Gobierno, como el recurso de inconstitucionalidad por el primer estado de alarma.
De hecho, los éxitos de Olona en el Congreso y su relevancia en el grupo parlamentario de Vox han llegado a servir para que en las últimas semanas se ponga en duda una candidatura que ella misma daba prácticamente por hecha hace un par de meses.
¿Se confirmará la candidatura de Olona? Si es así, ¿hasta dónde podrá llevar a Vox? Va a ser sin duda una de las claves de estas elecciones, de su resultado final y del impacto que pueden tener en la política nacional.
¿Se hunde del todo el PSOE?
Si el PSOE a nivel nacional no pasa por su mejor momento y las encuestas empiezan a señalar a Sánchez el camino de salida de la Moncloa, en Andalucía la cosa es aún más deprimente, si cabe. Los socialistas andaluces han atravesado sin pena ni gloria sus primeros años alejados del poder, sin encontrar un candidato que parezca ilusionar como relevo de Susana Díaz, ya que Juan Espadas no ha parecido despegar en ningún momento, el enchufe de su mujer no ha ayudado y las dudas ya se han instalado en el propio PSOE, que filtra planes para reforzar desde Madrid una candidatura que, obviamente, si necesita ser reforzada es porque su propio partido la ve débil.
Las encuestas colocan a los socialistas por debajo del resultado de 2018, que ya fue el peor de su historia y que sería un fracaso sin paliativos, como los cosechados en Galicia y Madrid, donde se quedaron como tercera fuerza. Algo que, de ocurrir en Andalucía, sería una catástrofe sólo comparable a una explosión nuclear y que es altamente improbable, pero no imposible: la distancia que señalan los sondeos entre el PSOE y Vox es menor de la que marcaban al inicio de la campaña del 4 de mayo entre Gabilondo y Mónica García. Y, encima, todo sin que los líos judiciales por los escándalos de corrupción socialistas se hayan acabado.
La desaparición de Ciudadanos
Otra clave electoral de estas elecciones es si se constata la definitiva desaparición de Ciudadanos del único lugar, además del Ayuntamiento de Madrid, en el que el partido naranja mantiene una cuota significativa de poder.
La encuestas colocan a Juan Marín y los suyos en la cuerda floja: el desplome en votos es prácticamente total y en escaños los pronósticos o bien apuntan a la completa desaparición en la línea de lo ocurrido con Bal en Madrid o bien a un grupo parlamentario completamente testimonial de uno o dos escaños, sin posibilidad alguna de influir como le ha pasado a Igea en Castilla y León. Y lo peor: dentro de la catástrofe la tendencia es de bajada prácticamente cada semana.
La agonía de la marca es evidente y cada día más irreversible, pero además tampoco parece que Juan Marín haya logrado marcar un perfil propio en el gobierno andaluz y, como ya ha ocurrido en otros lugares, los frutos de una gestión que generalmente está siendo bien valorada parece que van a ser casi íntegramente para el PP.
¿Qué pasa con la extrema izquierda?
Por último, el panorama dramático para la izquierda se extiende más allá del PSOE: eso que Pedro Sánchez dio en llamar el otro día "el espacio de Yolanda Díaz" se presenta dividido, más bien caótico y sin la menor sombra de presencia alguna de la vicepresidenta tercera.
Por un lado, tras no pocos tiras y aflojas se ha formado lo que en principio será una candidatura común en la que se agruparían Podemos, IU, Más País y otras formaciones aún menores como Equo y varios partidos andalucistas. Sin embargo, esta fórmula no tiene aún un liderazgo visible, Podemos está maniobrando para que sea encabezada su diputado por Cádiz Juan Antonio Delgado pero es previsible que la elaboración de las listas suponga fricciones de importancia.
Así las cosas, esta coalición de extrema izquierda es el único partido, junto con Vox, que aún no tiene un candidato, con la diferencia de que los de Abascal elegirán previsiblemente a alguien con tanto cartel como Macarena Olona, mientras que Podemos y sus compañeros de viaje no tienen a nadie verdaderamente conocido que presentar al electorado andaluz. Además, mientras Vox es claramente una marca al alza este conglomerado de siglas aparecer como evidentemente a la baja.
No es su único problema: tras la escisión o expulsión de Teresa Rodríguez y los suyos, la ex de Podemos también se va a presentar, así que la extrema izquierda contará con al menos dos listas para un electorado en franco retroceso: las encuestas colocan la suma de ambas en torno al 12%, lejos del 16% que logró Teresa Rodríguez en 2018 y no digamos de la suma –por encima del 20%– de las candidaturas independientes de Podemos e IU en 2015.
De cumplirse los pronósticos –y los morados están logrando sistemáticamente resultados peores de los augurados por las encuestas– la extrema izquierda alrededor de Podemos podría enfrentarse a un nuevo severo correctivo como los sufridos en Galicia, donde se quedó fuera del parlamento regional; en el País Vasco, con una pérdida de casi la mitad de los votos; en Madrid, última fuerza y arrasados por Más País a pesar de tener a Pablo Iglesias como candidato; o, más recientemente, en Castilla y León donde en siete años han pasado de ser la tercera fuerza con 10 procuradores a tener un único representante.






