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Alaska Recarte

Superada la prueba de quedarnos sin Internet en casa durante varios días, vuelvo al blog y a actualizar la bandeja de emails. Reconozco que para mí es más fácil desconectar del mundo, para eso te tengo a ti, que al fin y al cabo eres el que tiene que contestar y gestionar el trabajo. Menos mal que tienes tu despacho para poder seguir conectado. Bueno, y el Macdonald’s y el Starbucks con wifi libre.

En todo este tiempo sin escribir he ido dándole vueltas a la situación económica. A la global y a la nuestra. Sigo con atención las respuestas que aquí en este diario y en nuestra emisora da Alberto Recarte a los que tantas preguntas tenemos. Así andaba yo, prima de riesgo arriba, rescate para abajo, el día que nos visitaste en La Mañana para presentar tu libro. Te preguntarás qué tendrá que ver una cosa con otra. Nada. Pero ese día Federico hizo mención a la milagrosa recuperación comercial y económica de Fangoria tras unos inicios que fueron puro suicidio en una carrera previamente consolidada con grupos como Pegamoides o Dinarama. Y sí, lo de Fangoria ha sido un milagro, un milagro muy trabajado, eso sí. Y es una pena que no podamos exportar las claves del éxito de nuestro microcosmos económico a nivel mundial.
 
Nacho y yo no sólo rompimos con la parte visible de nuestro entorno, el cambio de grupo o una radicalización en la parte electrónica de la música. Según fue avanzando el proyecto de Fangoria, comprendimos que era inevitable cambiar también la forma de trabajar que conocíamos desde nuestra adolescencia. Prescindir de la oficina de management  y empezar de cero fue el verdadero choque con la realidad. Nunca jamás nos habíamos ocupado de nada, ni de una declaración de la renta, ni de emitir una factura, y la parte burocrática de nuestra nueva sociedad fue un absoluto aburrimiento. Pero nos sirvió para comprender errores del pasado, gestiones poco eficaces y muy soñadoras. Así que desde nuestra nueva postura de austeridad nos convertimos en unos gestores eficaces, primero de nuestras pérdidas, más tarde de nuestros beneficios.
 
Recuerdo la alegría infinita que nos entraba cada vez que sonaba el teléfono para ofrecernos un trabajo, daba igual lo que fuera, aparecer en un programa de televisión, escribir un artículo, pinchar como djs. Te dejo una foto mía pinchando en una discoteca de Valladolid donde íbamos, pinchábamos y nos volvíamos a casa en tren a las seis de la mañana.
 
Conciertos, eso no, nadie llamó durante meses. Así que Nacho y yo reinvertíamos lo poco que nos quedaba después de pagar nuestros gastos personales en organizar nuestros propios conciertos. Lo mismo ocurrió con los discos, sin discográfica a la vista acabamos asumiendo la producción de nuestras canciones. Pero nunca nos quedamos parados, a nuestro pequeño nivel, seguimos en activo. Nunca sabíamos cómo íbamos a llegar a final de mes. Pero siempre llegamos, ajustando por supuesto nuestro nivel de gastos. Los únicos caprichos que me permití en esos años fueron comprarme a plazos la Enciclopedia Británica (10000 pesetas al mes, y me daba pánico no tenerlas) y la matrícula de la Universidad.
 
Es una pena que estos ajustes laborales, tan parecidos a los que puede vivir una familia y hasta un país, no sean fácilmente aplicables cuando hay más de dos personas tomando decisiones. De todo nuestro entorno, Nacho y yo permanecimos unidos al margen de los demás porque fuimos los únicos que estuvimos dispuestos a reestructurar nuestra economía. Huelga decir que todos los que no estaban dispuestos a hacerlo lo tuvieron que hacer a la fuerza, pero ya sin un plan, a la desesperada, porque resulta que mientras Fangoria vivíamos nuestra propia crisis económica, en España hubo otra.
 
Nuestro éxito se basa en una capacidad inagotable de trabajo, en creer tan ciegamente en lo que hacemos que nos da igual llenar una sala de cien personas o un palacio de los deportes, en asumir los riesgos sin echar la culpa a nadie, en una ausencia total de victimismo, en la seguridad de que hay que invertir continuamente en uno mismo y en tener el mayor número de fuentes de ingresos posible. Ahora que tanto se habla de la vuelta de la sociedad del trueque o de los bancos de horas, Nacho y yo somos expertos en todas esas negociaciones. Al fin y al cabo los artistas (los de verdad, no esas divas vagas e indolentes) nos pasamos la vida haciendo promoción sin cobrar por ello.
 
Todo esto te lo cuento porque el milagro es que Nacho y yo, con treinta años cumplidos y sin saber ni lo que era ni el IVA, hayamos remontado nuestras vidas, dirigiendo sin pausa cada una de nuestras acciones. Y resulta que al final hasta hemos tenido éxito económico, una variable que nadie hubiera imaginado veinte años atrás. Cuando nos conociste estábamos encaminados en la recuperación, y tú has sido partícipe de que esa luz al final del túnel se consolidara. Porque tú eres igual que nosotros, alma gemela en la idea de empresa, gestión y promoción.
 
Creo que somos un buen equipo, podríamos hacer una de esas oficinas absurdas de Consulting y asesorar a otras empresas, familias, ayuntamientos, comunidades autónomas y hasta países. Nacho, el que no sabía lo que era el IVA, lleva años suscrito a The Economist, y tras devorarlo me lo pasa a mi. Ya me veo firmando como Alaska, alumna de Recarte.

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Vamos a usar este espacio para comunicarnos, dejarnos recados, enseñarnos las fotos y noticias que descubrimos... para contarnos todas esas cosas que no nos da tiempo a comentar en el día a día. Esto es, en definitiva, un blog cerrado al que sólo tenemos acceso nosotros dos, una extensión de nuestra vida

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