Menú

Basilea: encanto suizo con aroma de gran capital

Un atardecer sobre el Rin, desde el puente más antiguo de Basilea.
Lo mejor de Basilea

No descansa Basilea, como tantas otras ciudades suizas, junto a uno de esos lagos que las llena de un aire pseudomarino y vivificante, pero a cambio sí tiene un río y no cualquiera: el Rin abandona el país atravesando el fronterizo casco urbano y, ya que hablamos de límites, separa la ciudad vieja de la más moderna, lo medieval del interesantísimo conjunto de arquitectura de vanguardia del que pueden presumir los basilenses.

basilea19.jpg
Transbordador en el Rin | C.Jordá

Aparte de, como es lógico, por algunos puentes, las dos orillas del río se unen con unos encantadores transbordadores que, unidos a un cable y moviéndose sólo con la fuerza de la corriente, pasan de un lado a otro en un viaje de unos minutos lleno de gracia y que, reconozco mi ignorancia, no sé cómo es posible hacer sin otra fuerza que la del propio Rin que, en mi mente poco científica, debería servir para uno de los dos trayectos, pero no para ambos.

Mientras viajo hacia la parte vieja veo en lo alto las torres de la Catedral, situada muy cerca del río y en lo más alto de la preciosa fachada que la ciudad vieja ofrece al visitante desde la otra orilla: un frente de casas blancas y abigarradas que parecen querer bañarse en el río.

Probablemente las calles al otro lado son la parte más bonita de la ciudad, una zona de aire medieval, con cuestas y casas antiguas, por la que es muy placentero pasear. Un poco más arriba las calzadas se ensanchan se diría que para dejar pasar los tranvías verdes y amarillos, hay cafés elegantes y algunos más modernos y el espectacular edificio del ayuntamiento hace las veces de catedral de esta nueva zona.

Un edificio para la historia… y la modernidad

En esta zona antigua pero no tanto de Basilea está un edificio que guarda un lugar importante en la historia no de la ciudad, sino de todo el mundo: el Casino. No es un casino en el sentido monegasco de la palabra: se trata de una prestigiosa sala de conciertos.

Pero ese lugar en la historia no se debe tanto a eso como a que en agosto de 1897 se celebró en su fantástica sala de conciertos un acontecimiento que acabaría marcando la segunda mitad del siglo XX: el Primer Congreso Sionista organizado y presidido por Theodor Herzl. Una placa en alemán y hebreo recuerda el hecho.

La hermosa sala de conciertos sigue igual, pero el edificio tiene ahora, además, una ampliación realizada por los arquitectos Herzog & de Meuron, casualmente oriundos de la ciudad. Esa parte nueva se abrió en 2020 y es sencillamente espectacular desde las escaleras hasta los baños, una reinterpretación atrevida de lo que debe ser una institución de ese tipo que, he de decirles, me encantó.

basilea12.jpg
La escalera del Casino de Bssilea | C.Jordá

Curso de arquitectura moderna

Quizá sea precisamente por la presencia de uno de los estudios de arquitectura más prestigiosos del mundo, quizá no haya una razón concreta, el caso es que la ciudad parece un curso de arquitectura moderna.

Les pongo sólo algunos ejemplos: os propios Herzog & de Meuron han construido el edificio central de la Feria de Muestras –un fascinante rallador de queso– y las impresionantes torres de la farmacéutica Roche; el italiano Renzo Piano es el responsable del maravilloso y etéreo museo de la Fundación Beyeler; mientras que otra estrella de la arquitectura suiza, Mario Botta, construyó el museo dedicado a Tinguely.

Capital cultural

Pero la arquitectura no es el único arte que se puede disfrutar en Basilea: pese a tener sólo 180.000 habitantes la ciudad dispone de una oferta de museos excepcional, entre ellos algunos que ya hemos mencionado como la Fundación Beyeler, que tiene una colección de arte del siglo XX maravillosa, no muy grande pero muy bien escogida y que además se disfruta mucho en el excelente edificio de Piano del que les hablaba antes.

basilea05.jpg
El jardín de la Fundación Beyeler, desde el interior del museo | C.Jordá

La Beyeler también es conocida por sus grandes exposiciones temporales, como ocurre con el estupendo Kunstmuseum en el que, ya les conté hace unos cuantos meses, pude disfrutar de un maravilloso maridaje entre Picasso y El Greco.

Hay más, entre otros el curiosísimo de Jean Tinguely y, por supuesto, la gran feria anual de arte, Art Basel, que este año tendrá lugar entre el 12 y el 18 de junio.

Nadando en el Rin

Me dejo para el final una experiencia que me encantó y que no he vivido en ninguna otra ciudad: mi nado por el Rin. Resulta que en Basilea venden unos divertidas mochilas en las que puedes meter tu ropa, doblarla con cuidado y no sólo queda herméticamente cerrada, sino que se convierte en un flotador.

Así que la gente se baja al Rin en algún punto de su cauce, guardan sus cosas en estas bolsas y se sumergen en la corriente para salir mucho más abajo, secarse, vestirse y, pongamos por ejemplo, ir a cenar.

Por supuesto el agua está muy limpia, en un mes de junio de buen tiempo era razonablemente fresca, no fría, y la experiencia de nadar durante treinta o cuarenta minutos en el Rin fue insólita, gozosa y, encima, tranquila: puedes dejarte llevar por la corriente soportado cómodamente por tu propia mochila-flotador.

Me di este singular baño mi última tarde en Basilea y no pude haber pensado mejor despedida: fue el colofón perfecto para completar mi visita una ciudad que, pese a ser pequeña y mantener ese encanto y ese punto medieval que esperamos en las urbes suizas, también tiene un sorprendente aire de gran capital.

Temas

Herramientas

0
comentarios