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'Urchin', retrato duro y sin condescendencia de los sin techo

La película británica explora la vida de un indigente adicto que, tras un brutal robo, busca rehabilitarse. Una visión cruda que huye del victimismo.

La película británica explora la vida de un indigente adicto que, tras un brutal robo, busca rehabilitarse. Una visión cruda que huye del victimismo.

Seguro que en más de una ocasión os habéis cruzado con alguien en la calle pidiendo limosna al que habéis ignorado porque estaba claramente bajo los efectos de las drogas o el alcohol y que no estaba pidiendo para comer precisamente. Así arranca la película británica Urchin, el protagonista es un joven londinense que vive en la calle, adicto a las drogas que está pidiendo limosna. Un ciudadano se preocupa por él y se ofrece a comprarle comida. El sin techo le dice que cerca hay un puesto de bocadillos, que lo acompañe para comprarle uno. Realmente lo está conduciendo a una zona poco transitada y oscura donde le propina una brutal paliza para robarle.

El joven será detenido por este brutal robo y la historia de Urchin sigue cuando sale de la cárcel, le veremos cómo intenta rehabilitarse. Lo mejor de Urchin es que no cae en el melodrama, cuando era muy fácil, y no nos presenta nunca al joven con condescendencia, no lo presentan nunca como víctima del sistema o de traumas del pasado. De hecho, en un momento dado cuenta que es un hijo adoptivo y que sus padres han sido buenos con él. A la salida de la cárcel le veremos instalarse en un albergue y conseguir un trabajo, tiene una cita muy importante, el reencuentro con la víctima que quiere saber simplemente un porqué.

La película supone el debut en la dirección de un actor bastante interesante como Harris Dickinson, al que vimos hace poco en la tórrida Babygirl en la que hacía de becario de Nicole Kidman a la que sometía y dominaba.

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