"Barcelona es una tienda",
nos dijo el otro día Loquillo, que sigue cordial, cercano y chulo como un ocho, y por qué no iba a seguir.
¿Qué más nos dijo (de la arrogancia, por poner un ejemplo; o del origen de su nombre de guerra, por poner otro)? Dadle, dadle aquí y escucharéis. Para el resto del programa, el clic de famóbil hay que hacerlo aquí.
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La prosa victoriana del pasado sábado, en borrador (por eso va sin punto final); el original, nos tememos, se perdió en el ordenador (sic) de Gago:
Voy a contarles algo que escuché en el autobús. Dos chicas hablando de esto y lo otro. Carpetas y libros universitarios. Una acaba de leer una novela. La prota es periodista o detective (no escuché bien, entre el tráfico y la gente subiendo y bajando) y se entrevista con una anciana que le cuenta una historia de la Guerra Civil que clarifica mucho las cosas. La típica anciana supersabia de las novelas de la Guerra, que siempre clarifica las cosas. Igual o parecido a Soldados de Salamina, pero con anciana en vez de miliciano, según me pareció entender. Pero no me hagan mucho caso, porque el autobús iba lleno y no me enteraba muy bien. La prota me cae mal, tía, dice la joven lectora. Es una triste. Cuando tenía diez años, se enteró de que tuvo una hermanita gemela que murió poco después de nacer, y se ha quedado traumatizada. Las partes de la anciana hablando de los fascistas sí molan, pero cuando la prota se pone a contar lo que ha hecho ese día, deprime un huevo. Luego, no sabría decirles cómo, empiezan a hablar de la evangelización de América, el profesor de Historia, la película La Misión, que han visto en clase de Historia, y de Apocalypto. A ver, tía, es que llegaron allí y les dijeron: ahora vais a creer en este dios, ¿vale? Y se lo dijeron en latín, ¿vale? Después, los exterminaron. Y encima dijeron que era porque se habían resistido a aceptar la religión verdadera. Pero claro, tronca, si es que se lo decían todo en latín. Es como si ahora vienen unos chinos aquí y empiezan wachi wachi wachi. Pero qué me estás contando, chinorri. Y que sepas que Apocalypto es todo mentira, lo ha dicho un montón de investigadores. Mel Gibson no tiene ni idea. Luego, las oigo hablar de abuelos. De nuevo, me pierdo el engranaje de un tema a otro. La de la novela triste habla de su abuela con alzhéimer. Tía, no habla, sólo murmura algo, como si cantara bajito. Creo que la joven se ha estado quejando
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De una batida en la Feria del Libro de Madrid: ¿Fue él? (Zweig), El candelabro enterrado (Zweig), Fascismo y comunismo (Furet y Nolte), Primavera de café (J. Roth), Escritos (K. Kraus), Nada a la vista (Rehn), El manicomio (Tworki).
¿Pero qué es esta orfandad de comentarios en vuestro blog? La prosa victoriana da, como siempre, un juego tremendo. Una mina dialéctica para quien quiera explotar las incisivas, irónicas, corrosivas observaciones de Víctor Gago, perspicaz observador de su entorno. Tal vez sean esas chicas un producto perfecto del embrutecimiento propiciado por las élites gobernantes durante los últimos veinte (¿treinta?) años. Vuelvo a la lectura de la carta de bienvenida a este mundo que Víctor dedicó Carolina. Hace de ello ya siete meses. En aquella hermosa epístola le prevenía frente a quienes le van a enseñar que lo mejor es tomar lo que le apetece en cada momento y que los gobernantes están para remover cualquier obstáculo que pueda implicar esfuerzo o sacrificio. “Quiero esto y lo quiero ahora, porque me mola mazo” es el leitbild. Sólo en una cosa no estoy de acuerdo con Gago. Al parecer, una de aquellas chicas dijo: - “Y que sepas que Apocalypto es todo mentira, lo ha dicho un montón de investigadores” Probablemente ellas no se expresaron con la corrección gramatical que nuestro amigo emplea en la transcripción. Seguramente lo que ellas dijeron fue: - “Y que sepas que Apocalypto es todo mentira, lo han dicho un montón de investigadores” Me acordé de Víctor y de su prosa el pasado sábado por la tarde. Estaba yo paseando por el parque - carricoche en ristre - cuando pasaron junto a mí unas chicas, tal vez de la misma cuerda que las que viajaban en aquel autobús, que comentaban. “jo.er tía, tengo mazo de hambre”.
Justivir#1, es que el blog era imposible leerlo desde ayer, al menos para mí (se ponía la pantalla en negro y hágase la nada...). Yo creo que era por el 'borrador' del Doctor, que como estará estudiando microbiología, traería virus (troyano) incluido. Con respecto a las 'jóvenas', a mí me ha pasado lo mismo en varias ocasiones: chavales (y chavalas, miembros y miembras de la actual adolescencia expañola) que no saben poner tildes a los 13-14 años (pa eso el 'corretor' del Güord) o que desconocen porqué es famosa Hiroshima o quién fue Carlos I. Eso sí: empresario=EEUU=Israel=derecha malos y dame ayudas se lo tienen aprendido de p.m. Dan ganas de pirarse y que se den el baño de hemoglobina ellos solitos con sus líderes y sus palestinos. :((( Dejo el llanto por la generación perdida y ahí van un par de recomendaciones: "Jesús el judío" de CV, estudio histórico del personaje más influyente de la Historia (j. a quien j.) y de sus enseñanzas, todo ordenado y explicado cual puzzle en el que todo encaja, en el estilo propio del escritor más injustamente ninguneado en la actualidad española (junto a Pío Moa). http://libros.libertaddigital.com/la-verdad-os-hara-libres-1276237465.html - 'Te necesito papá', donde el 'Alcalde bueno' desmonta todos los mitos sobre el padre prescindible y lo hace con ciencia y gracia. Baño de hormonas y de remordimientos para el que no ejerza la paternidad pudiendo hacerlo. http://findesemana.libertaddigital.com/de-padre-a-padre-1276237572.html Que les aprovechen las lecturas. Un abrazo
Hace unos años yo anduve de profesor en una universidad pública. Decían que querían traer la perspectiva práctica de profesionales del mundo de la empresa (jur, jur...) y me enrolaron como profesor asociado. Bueno, pues el primer año los exámenes consistían en unas preguntas que había que desarrollar brevemente... ¡Nunca lo hiciera! Estuve tentado de llamar a Champollion para que me descifrase los arcanos que era capaz de enterrar la mayor parte de mis alumnos en aquellas tortuosas líneas plagadas de faltas de todo tipo. Obviamente (al poner este adverbio no puedo evitar avocar el chiste de la abuela que va al excusado con el “Wall Street Journal” bajo el brazo), el año siguiente hice todos los exámenes tipo test. Ya les daba yo las respuestas y ellos sólo tenían que poner una cruz, como los analfabetos cuando iban al notario. Dos o tres años después, cuando me cosqué de que las cuarenta mil calas que me aforaban por el curro no daban ni pa chinchar la gasofa del buga, les dije que nasti.
Oyendo esa conversación, el cejas se habría sentido muy satisfecho de lo que han conseguido a lo largo de tres décadas. Eso sí, habría puesto mala cara al oír eso de "chinorri". Ahí les ha fallado la pedagogía progre. Mecachis...