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Javier Somalo

El golpe de los "allegados"

Batasuna fue ETA, ERC fue Terra Lliure y estuvo en el golpe de la Generalidad y Podemos fue Chávez y presumió del FRAP.

Batasuna fue ETA, ERC fue Terra Lliure y estuvo en el golpe de la Generalidad y Podemos fue Chávez y presumió del FRAP.
Rufián pasa ante Sánchez y Calvo en el pleno sobre Presupuestos | EFE

No hace falta que Illa o Simón nos intenten explicar qué es un “allegado” con vistas a la Navidad. Ni siquiera es necesario el diccionario de la RAE o un sobreesfuerzo didáctico de Carmen Calvo. Allegado, lo que se dice allegado es Arnaldo Otegi, Gabriel Rufián o Pablo Iglesias. Y las consecuencias de esa filiación son nuestro principal problema. 

Gabriel Rufián dice que estamos ante “una nueva era”. Se acabó el pactar con los nacionalistas de derechas catalanes y vascos —ese es uno de los orígenes de todos nuestros males— porque ahora para gobernar España hace falta, en sus palabras, “pactar obligadamente con el independentismo de izquierdas vasco y con el independentismo de izquierdas catalán”, el mismo problema de antes, agravado si cabía. Ahí está la prueba de que la guerra civil también se daría en el paraíso independiente. Echenique, Pablo Iglesias, Rufián y Otegi hablan ya en términos finales: esto ha cambiado del todo y ya no volverá a hacerlo porque han llegado al poder y eso ellos lo hacen para quedarse. No mienten, es su objetivo, su Transición hacia algo distinto a la democracia y que, desde luego, omite a mucho más de la mitad de los españoles. 

Pablo Echenique pide a la derecha que “deje de rabiar” porque esto no ha hecho más que empezar y les queda mucho por sufrir. De modo que diez millones y medio de votantes españoles están condenados a resistir sin más los desmanes de un Gobierno que ya anuncia sin ambages que no gobierna para todos sino contra ellos. En noviembre votaron casi 26 millones y medio de españoles. Dudo que de los ocho millones que votaron PSOE todos lo hubieran hecho de saber quién iba a gobernar y quién lo haría posible. Así que, como bien ha dicho Isabel Díaz Ayuso, se gobierna, no para media España, sino contra media España. Lo malo del brillante discurso de Ayuso es que sus enemigos están de acuerdo con su diagnóstico y gobiernan para evitar que prospere el remedio. 

Arnaldo Otegi dejó claro que necesita “una España rota” porque “la unidad de España es la clave para mantener procesos de dominación”. El reciente mensaje iba dirigido a Podemos, al que quiso devolver aquella visita de Iglesias a una herriko taberna en 2013 donde el podemita dijo de sí mismo: “Qué pelotas tienes de irte a una herriko con una bandera española a dar una charla”. La bandera la lucía en el cuello de un polo y era la tricolor. Muchas pelotas, sí. Por eso luego dijo que “es la bandera de los españoles que defendemos el derecho de autodeterminación”. Esta misma semana, el partido de Otegi y de las herriko de Iglesias —la charla de 2013 fue en Pamplona—­ cree que ha llegado la hora de la anexión de Navarra al País Vasco para formar una “república vasca confederal”. Y que rabie la derecha, o sea, los millones de ciudadanos que no estén de acuerdo, agrupados en un gueto con forma de extrema derecha diseñado por Pedro Sánchez e Iván Redondo. 

Los allegados del Gobierno son los que son. Allegados del golpismo de octubre, del terrorismo de ETA y de Terra Lliure, del comunismo chavista y del FRAP. Allegados de mucho crimen, porque cada uno procede de donde procede aunque pretenda negarlo o borrarlo de la Historia con el consentimiento de unos y otros. Entre el tiempo indefinido y el presente median la censura y la querella pero Batasuna fue ETA, ERC fue Terra Lliure y estuvo en el golpe de la Generalidad y Podemos fue Chávez y presumió del FRAP. Ahora son nuestro Gobierno y ya avisan de un punto final.

Cayetana como problema o solución

En estos tiempos complejos no albergo duda de dónde está el problema principal, párrafos más arriba. Pero la complejidad de una ecuación siempre requiere solucionar antes incógnitas intermedias que a veces se enredan, y una de ella está en Génova 13, no en el PP. Lo que sucedió en el Congreso de los Diputados cuando Cayetana Álvarez de Toledo denunció en defensa propia y colectiva la herencia de Pablo Iglesias ha llegado al Tribunal Constitucional y sigue su curso. La diputada popular pidió amparo ante la decisión de la presidenta de la Cámara, Meritxell Batet, de borrar su alusión, y el Tribunal, preceptivamente, ha solicitado alegaciones a la Mesa del Congreso. Pues la noticia hoy es que el trámite parece causar más insomnio en las filas institucionales del PP que en ninguna otra. 

Cayetana llevó a su discurso de marras lo que para Pablo Iglesias era un orgullo: que su padre militó en el FRAP, una organización terrorista. La manipulación eterna, siempre de guardia, de la Historia de España nos quiso convencer de que, en realidad, Javier Iglesias “sólo” militó en el Comité Pro-FRAP. En el libro de Federico Jiménez Losantos La vuelta del comunismo puede leerse con documentos que ese Comité se atribuyó sin ambages y con escabrosos detalles el primer derramamiento de sangre del grupo: no eran un prólogo idealista o despistado sino la ebullición necesaria, el acto fundacional. Y no fue Cayetana sino el propio Pablo Iglesias el que descubrió la militancia de su padre. Pero el padre, animado por el hijo, interpuso una querella contra Cayetana por unas palabras que, según la presidenta de la Cámara, nunca pronunció. Lo razonable es que lo dicho quede y que se demuestre quién dice la verdad. Así debería dejarse documentada la historia. 

Teo Uriarte, Juan María Bandrés o Mario Onaindía fueron de ETA y así lo asumieron. Si militaron donde militaron no fue para pegar carteles y si fuera sólo por eso, pegaron los carteles que pegaron. Pero, con ese reconocimiento, pasaron al lado de la democracia militante cuando de verdad tocaba hacerlo, condenando el terrorismo y ayudando a combatirlo. El pasado no es un problema salvo que se presuma de él. Y eso fue lo que hizo Pablo Iglesias con su padre en un cínico obituario a Santiago Carrillo. 

Ahora el problema está, como decía, en que el Constitucional pida alegaciones a la Mesa del Congreso y ésta, por unanimidad casi preceptiva, las acepte. Esto quiere decir que los miembros de esa Mesa, en la que están PP y Vox, expondrán su versión de los hechos, lo que no significa necesariamente que estén en contra del recurso de Álvarez de Toledo. ¿Cuáles serán esas versiones? Supongo que la de Vox salvará el atrevimiento de Cayetana pinchando en lo posible al PP, pero ¿y el PP? ¿Qué tiene pensado hacer? Resulta complicado defender a la expulsada, medio aplaudida entonces por una bancada sin brújula política que, poco después arrojó también a Santiago Abascal, tan “allegado”, a las filas que chapotean en no sé qué charcos. Mientras Rufián, Otegi, Iglesias y Echenique presumen del Nuevo Régimen, el PP de Génova, el de la 13 Rue de Génova, que no es todo el PP, anda como pollo sin cabeza buscando qué decir y hacer con su primera víctima de la nueva normalidad. La ocasión es providencial, para bien o para mal. Han forrado la sede del partido con artículos de la Constitución, cosa que celebro. Así que ellos sabrán.

Los allegados muertos no cuentan

Y más que allegados, habrá familiares que no estarán con nosotros en Navidad aunque el Gobierno lo permitiera por consejo de la “expertitud” de los funcionarios expertos que son expertos por el hecho de serlo, como balbucea Carmen Calvo. Familiares tan cercanos como padres, hermanos, hijos o parejas que hace tiempo que no se sientan a una mesa familiar ni lo harán jamás. Otegi es uno de los que conoce a ciencia cierta la causa de estas ausencias. También Daniel Portero, que lo ha explicado en Libertad Digital. Han bajado mucho los precios de alquiler del Palacio de La Moncloa en los últimos años. Muchísimo. 

A otras personas, con familiares y allegados de verdad, jamás los visitó en el hospital el presidente del Gobierno. Hoy, unos están vivos y otros no. Ni siquiera pisó Sánchez aquella morgue de hielo de la primavera negra del virus. Y el ministro de Sanidad —sí, el de Sanidad— no quiso visitar un hospital para pandemias —sí, sí, un hospital para pandemias en plena pandemia—porque lo inauguró un gobierno que no es el suyo ni es “allegado”. Ambos, presidente y ministro, prefirieron visitar el de La Paz aprovechando que Ayuso estaba en Cataluña. Al alcalde de Madrid lo tuvieron que avisar corriendo porque se iban sin él. Los abucheos fueron tan merecidos como insuficientes.

Guste o no la Navidad ­—a mí, sí— todos nos quedaremos sin ver a alguien que queremos por culpa del Gobierno, por el trágico azar de la vida o por lo que sea. Pero, tengan el parentesco que tengan, si los queríamos o queremos es porque son familia. Lo de los “allegados” lo dejo para los que han conseguido llevar a La Moncloa a nuestro peor presidente. Son los que nos anuncian su nueva normalidad antidemocrática sin complejo alguno. Que nadie se queje de no saberlo. 

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