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EDITORIAL

La cumbre de la vergüenza en Barcelona

En París consideran que España es un país menor con un Gobierno sin peso internacional y ese detalle no ha cambiado en esta cumbre.

Los gobiernos de Francia y España han suscrito este jueves un acuerdo de "amistad" que no pasará a los anales por su trascendencia y al que han bautizado como "Tratado de Barcelona", seguramente con la intención de que se olvide pronto. Prueba del carácter absolutamente estéril de la cumbre es que Sánchez ha dedicado su comparecencia posterior a embarrar la política nacional porque no había nada positivo que destacar del encuentro con el presidente francés Emmanuel Macron.

En la cita no se ha resuelto ni uno solo de los contenciosos entre España y Francia relativos a las conexiones y relaciones en materia de energía, comunicaciones ferroviarias, infraestructuras y demás expedientes económicos. Y seguirán cerrados una treintena de pasos fronterizos entre España y Francia por Cataluña, por orden francesa y con absoluto desprecio por las disposiciones de la Unión Europea al respecto.

En París consideran que España es un país menor con un Gobierno sin peso internacional y ese detalle no ha cambiado en esta cumbre, sino que ha salido reforzado en todos los aspectos. Macron se ha presentado con más de media hora de retraso y tanto la desangelada recepción institucional como el desarrollo de la cumbre han confirmado las prevenciones del presidente francés. Sin embargo, ha preferido pasar buena parte de la jornada de huelga general en Francia fuera de París, aunque el destino fuera Barcelona y el objeto, una reunión con Sánchez.

Una prueba entre tantas de la importancia que en Francia conceden a las relaciones con España es que Le Monde ha publicado a modo de marco de la cumbre un artículo del presidente autonómico catalán con las bases del futuro referéndum separatista en la región. Que Pere Aragonès haya plantado a Sánchez y Macron y se haya largado para no asistir a la interpretación de los himnos nacionales a cargo de una banda militar es un ejemplo del peso de los separatistas en el Gobierno de España. La excusa del segundo de Junqueras para protagonizar semejante esperpento es que no iba a dar "carta de validez" a la presencia del Ejército en Cataluña. Y que Sánchez haya defendido el papelón de Aragonès es una evidencia más de que el presidente del Gobierno es el impulsor de la campaña masiva para destruir los cimientos de la unidad y la democracia en España. Del mismo modo que equiparar las agresivas y en algunos casos violentas protestas del independentismo contra la cumbre franco-española con la manifestación constitucionalista convocada este sábado en Madrid muestra de manera obscena de qué lado está Sánchez.

La cumbre de Barcelona ha sido un desastre. El presidente de la Generalidad se ha saltado todos los protocolos, ha ido a la recepción a molestar y ha sido felicitado por Sánchez al tiempo que ajustaba sus mezquinas cuentas con la oposición. Las protestas y algaradas separatistas alentadas por la propia Generalidad han sido la orla del encuentro internacional, una exhibición de los grandes rasgos del proceso. Junqueras ha tenido que salir prácticamente a la carrera y rodeado de guardaespaldas mientras le gritaban "¡traidor, te queremos en prisión!". Desde esa perspectiva, el gran triunfador de la jornada ha sido Puigdemont, a pesar de que se ha vuelto a confirmar que las grandes masas del apogeo del proceso separatista han dado paso a manifestaciones de escaso seguimiento y mucha rabia. Poco más de seis mil personas han secundado las protestas, según el Ayuntamiento de Barcelona.

El proceso ha perdido fuelle callejero, pero se mantiene más vivo y fuerte que nunca gracias a las negociaciones de Sánchez con los golpistas, cuyo último fruto ha sido la reforma del Código Penal. Y de la última cumbre entre Francia y España lo único que destaca es que la Generalidad mantiene los resortes económicos que le permiten hacer campaña en los medios extranjeros contra España, que el Gobierno lo tolera mientras se abalanza contra Castilla y León por un protocolo sanitario que no existe, que la sintonía entre Sánchez y ERC es indisimulable aún a costa de nuestra política internacional y que el referéndum separatista está en la agenda política. En total, una suma de calamidades en otra jornada aciaga de la vida nacional.

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