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Cuatro conclusiones de los terroristas sobre España, desde el 11-M

Quienes han colocado, este viernes, la bomba en la vía del AVE conocen a los españoles tan a fondo como los que perpetraron la masacre del 11-M. Un éxodo a las vacaciones de Semana Santa, miles de viajeros atravesando el país en la Alta Velocidad, el miedo vivo, las desestabilización de la Jornada de Reflexión y el vuelco electoral como pruebas de la eficacia de la estrategia terrorista.  Las interpelaciones desquiciadas del PSOE y sus altavoces mediáticos para “conocer la verdad” tras los atentados del 11-M, han cesado ahora, como por encanto. Otra incidencia de la que, sin duda, habrán tomado buena nota los terroristas que viven entre nosotros y observan paciente y atentamente las costuras anímicas de nuestro sistema. ¿Ya no “merecen los españoles un Gobierno que no les mienta”? Desde el pasado 11-M, los terroristas conocen algunas de nuestras intimidades:
 
1)      La izquierda llamada democrática comparte objetivos tácticos esenciales con los terroristas. Aquélla está dispuesta a servirse, en su asalto al poder, de la conmoción que el terror genera.  Estos intervienen criminalmente para facilitarle las cosas y alcanzar su propio objetivo de echar al PP –si es posible, echarlo del sistema: algo a lo que el PSOE se presta gustoso–, cuyo Gobierno ha sido el más letal e implacable en la historia de la lucha de España contra la lacra terrorista.
 
2)      Los genocidas saben de quién pueden servirse en España para obtener victorias visibles en todo el planeta. Su aplauso efusivo del triunfo del PSOE no deja lugar a dudas de la unanimidad de su voto en las pasadas elecciones del 14-M. Basta con repasar la lista de felicitaciones a Zapatero: ETA, ELN colombiano, Frente Farabundo Martí, Abu Hafs, Castro, Chávez...
 
3)      Los asesinos manejan también la sencilla cotización del desconcierto y la división en el seno de la coalición internacional. Doscientos muertos bastan para provocar la estampida de tropas en Irak y abrir fisuras entre los aliados.
 
4)      Desde este viernes, los terroristas que tan bien nos conocen saben, además, que al PSOE y sus propagandistas mediáticos ya no le obsesiona identificarlos. El nombre y apellido del mal ha dejado de ser relevante.  Volcada la democracia, infiltrado el miedo hasta el tuétano de la sociedad, dividido el país, expulsadas con humillación sus tropas allí donde combaten al terror, ya pueden masacrar integrados en la feliz sociedad multicultural que pregona la izquierda, sin necesidad de dejar cintas con versículos coránicos.

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