
El PSOE empieza a pregonar la cultura del déficit
Es difícil identificar, entre tantas voces "autorizadas", el programa económico oficial del PSOE. Antes de la formación del nuevo Gobierno, ya se confrontan doctrinas contradictorias sobre política presupuestaria. Si se presta atención a la trayectoria de Pedro Solbes como comisario europeo, el equilibrio presupuestario alcanzado, y superado, durante los últimos ocho años seguirá siendo, presumiblemente, el marco de la gobernación macroeconómica.
La estabilidad financiera, lograda a base de disciplina y desde una herencia de déficit crónico legado por el PSOE, ha hecho posible la aplicación de dos rebajas del IRPF –el programa del PP incluía una tercera para los próximos cuatro años–, ha impulsado el crecimiento y el empleo, situado a España en la primera velocidad de la integración en el euro, saneado una Seguridad Social recibida en 1996 en estado de quiebra, tonificado todas las garantías del sistema de pensiones y, por si fuera poco, ha reportado al Estado más ingresos que nunca, llevándolo a un superávit, cuyo sostenimiento, desde una óptica liberal, resulta tan indecente como el del déficit, si no se corrige con nuevas bajadas de impuestos. El equilibrio y la estabilidad presupuestarias afectan favorablemente al vigor general de la economía de un país e incide directamente en la vida cotidiana de los contribuyentes.
Por el contrario, si se escucha a José Blanco, la conclusión es que el próximo Gobierno se dispone a tirar de déficit público para financiar el expansivo programa de gasto que necesitará el PSOE para corresponder sus fantásticas promesas en materia de Vivienda, Educación, Sanidad I+D+I o una financiación territorial a la carta. El secretario de Organización elude el reconocimiento de una política de déficit, que disfraza con la argucia de un cambio en las reglas contables: el equilibrio ya no se evaluará año por año, como indica el Pacto de Estabilidad, sino en ciclos de cuatro años. Ciertamente, significa un tímido avance en la batalla de la Opinión, después de ocho años de gobierno del PP, que los socialistas no se atrevan a llamar a las cosas por su nombre: al gasto, gasto; al déficit, déficit. Revela que los contribuyentes ya no comulgan con ruedas de molino tan fácilmente y que la cultura del rigor presupuestario ha calado.
Una tercera opinión cualificada dentro del PSOE, la del diario El País, se ha sumado al desfile de voces, para decantar la contienda del lado de la doctrina partidaria del déficit con fines políticos. En su editorial (*) de este Jueves Santo, el diario gubernamental socialista formula la coartada de la que hará uso el próximo presidente cuando se dirija a los españoles con unas cuentas públicas en números rojos: "Ninguna de las economías de la eurozona tiene un déficit público similar al de EEUU, superior al 5% del PIB, o al 8% de Japón. Sin embargo, una suerte de masoquismo presupuestario invade esta Europa". La memoria flaquea en Miguel Yuste 40, sede del periódico de Prisa. Hace dos años, el déficit público era, precisamente, la coartada para desacreditar la política económica de la Administración Bush. Por aquellos días, Joseph E. Stiglitz, el gurú favorito de Joaquín Estefanía, comentaba en las páginas de este periódico:
"Como por arte de magia, el superávit presupuestario de 3 billones de dólares (no derivado de la seguridad social) que Estados Unidos acumuló a lo largo de diez años se había convertido –en cuestión de meses– en un déficit creciente de 2 billones de dólares. Por supuesto, hay excusas: no se había previsto la magnitud de la depresión económica y no se podía predecir el aumento de gastos para luchar contra el terrorismo. Excusas y más excusas. Como dice el refrán: no cuentes los pollos antes de que nazcan. ¡El Gobierno de Bush no sólo contó sus pollos, sino que los vendió por adelantado!".
Para El País, lo que antes era malo (el déficit), ahora empieza a ser un instrumento necesario para "fortalecer la eficiencia productiva", y lo que fue bueno (la disciplina) ahora no es más que un fin absurdo que sirve "de poco, más allá de su puritana exhibición".
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