
Elecciones regionales francesas: implicaciones a este lado de Los Pirineos
El triunfo arrollador de la izquierda en las Regionales francesas proyecta ciertas implicaciones en el teatro político español. Nuestros vecinos manifiestan compulsiones muy familiares. También ha aumentado la participación –dos puntos más: significativo incremento, tratándose de unas Regionales en el país del centralismo por antonomasia–. También el voto espasmódico expresa, antes que fervor por la coalición de socialistas, comunistas y verdes, castigo a la alianza de gaullistas y centristas en el poder. Los proyectos de reformas económicas y educativas tramitados por el Gobierno de Jean Pierre Raffarin han sido recusados sin miramiento. Con un déficit presupuestario del 4%, una deuda pública del 60% del PIB y una Seguridad Social que ha duplicado su déficit en los últimos dos años, los franceses se aferran a un sistema de bienestar que enfila la senda de la quiebra, pero sigue proveyéndoles de confortables privilegios en su vida cotidiana; eso sí, a costa de la libertad de las generaciones futuras para procurárselos a sí mismas.
Los ciudadanos no quieren ni oír hablar de reformas que supongan una leve renuncia a su seguridad instantánea. La experiencia adolece del mismo problema de fondo que ha llevado al PP a perder las Elecciones: la incapacidad de la derecha para explicar sus posiciones de fondo. En Francia, como en España, el discurso de la responsabilidad individual y la gobernación racional, limitada y rigurosa está condenado al fracaso, mientras no se consiga inviertir los presupuestos de la pedagogía política, en las aulas y en los Medios, en la calle y en las tribunas. Raffarin no ha sabido explicar la urgencia de sus reformas; Aznar no supo explicar la necesidad de perseguir el terrorismo allí donde encuentre cobijo. Mientras no cambie la pedagogía, el electorado detestará el realismo y las malas noticias, y seguirá eligiendo a políticos demagogos que prometen una evasión perfecta. La baraja de las Azores, según figura The Economist, perdió entre el 11-M y el 14-M uno de sus Ases. Ninguno vendrá a reemplazarlo. La baraja del pacifismo maniqueo puede permitirse deponer la sota de bastos de Chirac. Llegan Zapatero, Maragall, Carod y los rojiverdes franceses para redoblar la apuesta. El efusivo abrazo de Chirac y el próximo presidente español quizá esté condenado a la extinción, tras las elecciones de este domingo; su significado, en absoluto.
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