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Empezamos patinando

La Federación Internacional de Patinaje (FIRS), presidida por el español Isidro Oliveras, se ha metido un gol en propia meta que puede terminar haciéndole perder el partido. Con sigilio y nocturnidad, el pasado viernes aprobó en Miami el reconocimiento de la selección catalana en las competiciones internacionales, aunque la medida, de carácter provisional, deberá ser ratificada en un congreso en Estados Unidos el próximo mes de noviembre. Y todo ello con el Campeonato de Europa de patinaje artístico y el Mundial de hockey línea a la vuelta de la esquina. Los impulsores del reconocimiento, que llevaban batallando en este terreno desde hacía seis años, se salen de momento con la suya mientras los organismos deportivos españoles empiezan a pagar los platos rotos.
 
Juan Antonio Gómez-Angulo se despide de la secretaría de Estado para el Deporte con un nuevo quebradero de cabeza -ya ha tenido unos cuantos en los últimos años-; Guillermo Jiménez, director general de Deportes, pendiente de un sinfín de reuniones que tal vez no conduzcan a nada; y Antonio Martra, presidente de la Federación Española de Patinaje, dimitiendo del cargo. Este último ya estaba al tanto de la "Corrupción en Miami", pero se limitó a mantenerse informado desde Jerez de La Frontera, a miles de kilómetros. Avisan de que para que Cataluña pueda competir con otras selecciones -la española es histórica en hockey sobre patines- deberán contar con el beneplácito del Comité Olímpico Internacional (COI) y de la Asociación de Federaciones Deportivas Internacionales (GAISF) y, en última instancia, del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS).
 
Pero lo cierto es que, aunque parece poco probable, la medida crea un peligroso precedente que puede hacerse extensible a otras disciplinas. Si Cataluña puede, de momento, participar en competiciones internacionales de patinaje, ¿por qué no puede ocurrir lo mismo con el fútbol, el baloncesto... ? La unidad territorial de España vuelve a verse fragmentada por el deporte, fenómeno social que es símbolo de unión. Y ya puede empezar a tomar nota el nuevo Gobierno. Si los Maragall y compañía -en este caso, Rafael Niubó, consejero de Cultura de la Generalidad, ha sido uno de los impulsores del reconocimiento de la selección catalana- vuelven a beneficiarse de la permisividad de ZP, la piel de toro se resquebrajará de forma irremediable para que cada uno actúe por su cuenta. Largo es el camino, pero mal empieza.

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