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La memoria del 11-M

Algo tan convencional como el calendario nos hace recordar hoy, 11 de marzo, la matanza en los trenes de Madrid. El silencio, las campanas de duelo y los crespones en banderas a media asta son símbolos necesarios para que la memoria no nos traicione porque la congoja que hoy hemos vuelto a sentir ­­–las víctimas la sufren todos los días– surge al reconstruir el drama, repasar las imágenes, la lista de los muertos y comprobar una vez más el alcance de aquella tragedia. Eso fue lo que, antes de que llegaran los días que completan el episodio más negro de nuestra historia, echó a la gente a la calle hace un año. Se clamó –España está acostumbrada– contra el terror.
 
La imagen de los trenes de Madrid, como la de las Torre Gemelas, debe servir como consulta moral cuando la duda asalte: sólo hay un terrorismo y hace mucho que nos declaró una guerra que no puede ganar. Los que perdieron familiares en los trenes de Madrid no necesitan símbolos para recordar. Por eso, los homenajes del 11-M deben servir a los que tuvieron la fortuna de no dejar dramáticas llamadas perdidas en los vagones. Quizá aquel día, por la ansiedad y los nervios no captaron todo lo que de verdad ocurrió. El aniversario es para llorar y acompañar a los que lo hacen cada día, pero sobre todo, para no olvidarles.

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