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Moratinos y las visitas

Hay quien dice que es tan difícil encontrar gente con la que poder hablar que habría que poner una tienda. Pero claro, quien lo dice no conoce a Moratinos, esa gloria patria que se codea con lo mejor de cada casa: el Gorila Rojo (alias Hugo Chávez), los terroristas islámicos de Hamas, el ministro de Exteriores de la tiranía castrista... Si es que no da abasto, el pobre. ¿Se comprende ahora que tenga que asaltar en los pasillos a los secretarios de Estado norteamericanos (Powell, Rice) para poder cambiar con ellos dos o tres palabras?
 
El próximo lunes le toca recibir a Felipe Pérez Roque, canciller (cancerbero, por mejor decir) del régimen comunista que sojuzga Cuba desde hace 46 años. Si el recadero de Fidel Castro le deja abrir el pico, quizá podría Moratinos aludir a los presos políticos que se pudren en las inefables cárceles de la Isla, al apartheid que sufren los cubanos en su propia tierra (ellos son los negros; los blancos, los jerarcas comunistas –igualdad, divino tesoro- y los turistas y hombres de negocios extranjeros), a las iniciativas de la disidencia (Diálogo Nacional, Proyecto Varela, Asamblea para Promover la Sociedad Civil), a la proscripción de las libertades de todo tipo, a las infames condiciones de vida. Etcétera.
 
“Quizá”, decimos. Porque si no se puede, si se nos va a molestar o, tanto peor, enfadar la visita, mejor lo dejamos. Que lo primero es lo primero, o sea, estar a bien con los amigos.

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