
¿Quién es el fascista?
El mismo que agradecía no hace mucho la criminal intervención estalinista en la Guerra Civil o que, allá por 1944, se extasiaba de gozo falangista ante la visita de Franco a San Lorenzo de El Escorial tiene hoy la desfachatez de llamar "cristianofascista" a Esperanza Aguirre, emblema del mejor liberalismo aplicado a la política real. Que el mejor desprecio es no hacer aprecio es un refrán que Aguirre practica con asiduidad, y más en los tiempos que corren cuando desde la izquierda no se escatiman ataques y calumnias contra ella. Lo de Haro, sin embargo, se pasa de castaño oscuro. Ya era hora de que a ese vetusto carcamal totalitario alguien le plantase cara y le dijese lo que no quiere oír, es decir, que se ha pasado la vida defendiendo, halagando y poniendo su venenosa y mediocre pluma al servicio de dictadores.
Bien por Aguirre porque un buen liberal no sólo ha de creer en las bondades de la libertad, sino que ha de estar siempre presto a defenderse de los ataques de los liberticidas.
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