La economía no es buenismo. Entre otras cosas, estudia las consecuencias de las intervenciones gubernamentales en la economía, sin detenerse en las intenciones que los políticos utilizan para imponerlas. Y las consecuencias de imponer un salario mínimo han sido estudiadas y comprobadas una y otra vez. Si se pone muy bajo, no sirve para nada. Y si se pone alto, las personas cuya productividad no supera el dinero que cuestan a los empresarios se quedan en la calle o pasan a la economía sumergida, donde cobrarán menos y no tendrán protección de ningún tipo. Pero suena bonito, y esa es la única guía de acción coherente de este gobierno; halagar los oídos de los suyos, sin que las consecuencias de sus acciones importen.

Además, ha quedado demostrado en este asunto que Solbes pinta muy poco en este gobierno. Su presencia dio confianza a la economía española frente a los temores de tener a un PSOE gastón y desmadrado en el poder; su marginación se la quita. Sólo podrá mantener su dignidad y su imagen de hombre riguroso y ortodoxo marchándose antes de que las destruyan del todo. Y cada vez le queda menos tiempo.