
Solidaridad a la catalana
Tal vez sea el misterio de los calamares, del que habla nuestro colaborador José García Domínguez en una brillante columna, o tal vez que Maragall va más deprisa de lo que el Gobierno quiere. El hecho es que el President ha vuelto por donde solía y ha terminado armándola. Su punto de vista es sencillo, al alcance del más lego en fiscalidad: Cataluña no está dispuesta a financiar a nadie con los impuestos que pagan sus ciudadanos. Para ello la Generalidad necesita tener la exclusiva de la recaudación y la potestad, asimismo, de fijar los tipos impositivos que considere adecuados.
Esto, que de primeras suena muy bonito, especialmente a los que dieron su voto a Carod Rovira, no sólo es un disparate insolidario sino algo completamente imposible en la práctica, porque, si todas y cada una de las autonomías recaudasen y fijasen los tipos impositivos por su cuenta el desgobierno fiscal que se originaría podría pasar a engrosar uno o dos capítulos de los manuales del ramo. Además, ante Hacienda los españoles somos todos iguales, ¿o no?
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