Aparte de tener que subvencionar a los titiriteros, a Julia Otero, a los astilleros, a los agricultores y a las asociaciones de gays y lesbianas, Javier Rojo ha propuesto que subvencionemos también la estupidez. Porque de ninguna otra manera puede calificarse la propuesta de que los senadores hablen en sus lenguas autonómicas, obligando al uso de traducción simultánea, cuando todos y cada uno de ellos pueden entenderse perfectamente en el idioma común de todos los españoles.