
Sucumbir al lenguaje terrorista
Una de las conquistas del terrorismo es el lenguaje. Después de cada atentado o detención aparecen las mismas expresiones, las que usa ETA, en los periódicos, las agencias de información, radios, televisiones y, lo que es peor, en boca de responsables políticos de todo signo. No ha de extrañar que se llame “guerrilleros” a los terroristas de Tirofijo o “suicidas” a los palestinos embutidos en explosivos que se llevan consigo decenas de vidas cuando en España se habla de etarras legales, liberados y hasta se eleva a la categoría de impuesto la extorsión.
La traducción literal –con esfuerzo– de “kale borroka” es “lucha callejera”. Poco a poco, algunos medios de comunicación empiezan a llamarlo “terrorismo callejero”. Nada tiene de lucha quemar cajeros, volcar coches, arruinar empresas y sembrar el miedo a cara cubierta. Si su objetivo es el terror, son terroristas. Y el apellido “callejero” o “urbano”, empieza también a sobrar. Qué decir cuando se les reduce a “activistas”, casi como si fueran voluntarios de Greenpeace.
Los que aparecen como expertos en terrorismo –hay que insistir en que también sucumben los ministros y los jueces– relatan sus conocimientos como si la banda terrorista fuera una respetable empresa, a veces como si se tratara de todo un Estado con su ministerio de Defensa o Exteriores incluido. Aparecen los “aparatos militares”, los “aparatos de mugas” y, en algunas ocasiones las “ejecuciones”. Conceder a ETA la condición militar es, además de un insulto a un altísimo porcentaje de sus víctimas, una legitimación de sus asesinatos. Ocurre lo mismo cuando se accede a calificar de “comando” a un grupo medianamente definido de pistoleros. Hablar de taldes, mugas o ekintzas es no decir nada. Primero, porque no se entiende. Digamos grupos, fronteras y atentados.
Un recién llegado que no conociera a ETA –si eso fuera posible– ni supiera de sus masacres, quedaría estupefacto al oír o leer que tal empresario fue ejecutado por la organización separatista ETA por negarse a pagar el impuesto revolucionario. El delincuente parece el muerto, y ETA una especie de Delegación de Hacienda con acceso a la pena de muerte. Abusando del observador neutral propuesto habría que ver su cara al enterarse de que la Policía o la Guardia Civil, y a veces la Ertzaintza, se han atrevido a detener a un “miembro legal” de ETA. Y no nos olvidemos de la forma de llamar a los mercenarios o pistoleros a sueldo: “liberados”. Nada menos cercano a la realidad.
Otros blogs
- El blog de Regina Otaola
- Presente y pasado
- Más allá de la Taifa
- Made in USA
- Lucrecio
- LD Lidia
- La sátira
- Iberian Notes
- Blogoscopio
- Conectados
- Confesiones de un cinépata
- Crónicas murcianas
- Democracia en América
- Diego Sánchez de la Cruz
- Los enigmas del 11M
- El penúltimo raulista vivo
- Almanaque de la Historia de España
- Atlética Legión
- Blog Appétit!
- Seriemente
- Cara B
- In Memoriam
- Adiós, ladrillo, adiós
- Procesos de aprendizaje
- LD Libros
- Tirando a Fallar
- ¡Arráncalo, por Dios!
- Alaska & Mario
- El blog de Federico
- Artículos de viaje