Siempre me ha parecido que votar no es sólo un derecho, sino que también tiene algo de deber. Por supuesto, no de obligación: no acudir a las urnas tiene que ser una posibilidad para todo aquel que lo prefiera, pero yo creo que participar en la gran decisión política que son unas elecciones y hacerlo de la forma más racional e informada posible es lo mejor que podemos hacer como ciudadanos para contribuir a la mejora de nuestro país, aunque la mayor parte de las veces el voto, como tantas otras cosas en esta vida, nos salga rana.
Yo, que procuro aplicarme a mí lo que predico a los demás, siempre he votado y siempre lo he hecho reflexionando sobre qué opción electoral era la mejor en cada ocasión, qué voto era más útil, aunque ahora ese término esté tan manoseado últimamente.
Pero el caso es que a mí lo del voto útil siempre me ha gustado mucho más que el voto entregado a un partido por una especie de forofismo más propio del fútbol que de la política; porque los partidos cambian, las circunstancias cambian y lo que hoy parece que me sirve no tiene por qué servirme dentro de tres o cuatro años. Además, creo que los límites de un partido, el que sea, son demasiado estrechos para que yo pueda sentirme representado por sólo uno: en ciertas cosas estoy más cerca de este, en otras de aquel e incluso en algunas me siento cómodo con varios y en la mayoría con ninguno, la verdad.
Y en esta ocasión volveré a votar lo que creo que es más útil para mi país: contra Pedro Sánchez, un presidente por accidente al que no le podemos dar cuatro años de pista libre para hacer cualquier cosa, que es exactamente de lo que es capaz el socialista: de todo.
Porque si vemos la labor de gobierno con la que Sánchez nos ha obsequiado en los pasados nueve meses, su descaro en la mentira y su falta absoluta de cualquier freno ético, da verdadero miedo lo que puede hacer con una mayoría parlamentaria más sólida y con su gestión, por llamarlo de alguna forma, refrendada en las urnas. Y todo, no lo olvidemos, de la mano de compañeros de viaje como Torra, Rufián, Puigdemont y Otegui.
Es imprescindible votar contra Sánchez, debe movilizarse hasta el último constitucionalista, ya sea para apoyar al PP, a Ciudadanos o a Vox. Voten a quien quieran, pero voten, porque después de este domingo Pedro Sánchez no les va a pedir permiso para demoler nuestra nación, nuestra democracia y, por supuesto, nuestra prosperidad.