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EDITORIAL

La impostora Robles no es un verso suelto en el Gobierno Felón

El Gobierno de Sánchez y Robles está gustosamente enfeudado a quienes tienen como objetivo declarado acabar con España y sus instituciones.

A pesar de la encendida defensa que hizo hace sólo unos días de Paz Esteban, la ministra de Defensa ha perpetrado este martes la ignominia de entregar la cabeza de la hasta ahora directora general del CNI a los aliados separatistas del Gobierno, indignados por que los servicios de inteligencia de la Nación cumplieran con un deber tan elemental como el de espiar y hacer seguimientos –con la pertinente autorización judicial– a quienes estaban incursos nada menos que en un golpe de Estado.

Ni que decir tiene que el Gobierno de Pedro Sánchez y Margarita Robles ha tratado de disimular esta ominosa destitución –"auténtica afrenta a nuestro país", tal y como han coincidido en calificarla Alberto Núñez Feijóo y Santiago Abascal– con el espionaje del que supuestamente habrían sido objeto tanto ellos mismos como el ministro del Interior, su semejante Fernando Grande-Marlaska. Naturalmente, se tata de una burda cortina de humo, pues quien reveló con escandalosa irresponsabilidad fue el propio presidente del Gobierno, que durante un año la ocultó sin proceder a la destitución de ningún responsable, ya fuera de la Secretaría General de la Presidencia, dirigida entonces por Felix Bolaños –de quien dependía la seguridad de las comunicaciones por móvil del presidente–, o del Ministerio de Defensa, dirigido por Margarita Robles, de quien dependen el CNI y, en general, las labores de contraespionaje.

La destitución de Esteban no representa la asunción responsabilidad alguna por ninguna supuesta brecha de seguridad en las comunicaciones del Gobierno, sino, por el contrario, un ignominioso y servil intento de contentar a los socios golpistas de un Gobierno felón en el que encaja perfectamente la execrable Margarita Robles. Ni que decir tiene que si ésta tuviera un adarme de dignidad y sentido del deber para con la patria, habría dimitido por la oprobiosa destitución de una leal servidora pública como Esteban, que no hizo más que cumplir con su deber al ordenar la vigilancia de unos indeseables empeñados en atentar contra el orden constitucional. Piénsese en el director adjunto operativo de la Guardia Civil Laurentino Ceña, que dimitió en protesta por la no menos ignominiosa destitución del coronel Diego Pérez de los Cobos. En cambio, Robles ha antepuesto el cargo a la más elemental decencia política al convertirse en el brazo ejecutor de la defenestración de Esteban, por no hablar de las tragaderas con las que aceptó que su Gobierno indultara a los cabecillas del 1-O y que golpistas y proetarras formaran parte de la Comisión de Secretos Oficiales. Precisamente uno de sus aliados de ERC, Gabriel Rufián, ha sido ya acusado de perpetrar un delito de revelación de secretos, por lo que ha sido denunciado ante la Fiscalía por Ciudadanos y por Vox.

Así, no es de extrañar el bochornoso espectáculo que Robles ha protagonizado al hacer pública la destitución de Esteban, pues no sólo no ha sido capaz de dar una sola razón, sino que ha tenido la desfachatez de prostituir el lenguaje afirmando que no se trataba de una "destitución" sino de una "sustitución".

Tal y como era previsible, los insaciables separatistas que sostienen al Gobierno no se contentan con la destitución de Esteban y piden la cabeza de la propia Robles. La verdad es que en el pecado llevaría la justísima penitencia, por ponerse al servicio de los enemigos de la Nación y su Estado de Derecho. En estos momentos no hay mayor peligro para la defensa y seguridad de la Nación que el Gobierno de Sánchez y Robles, gustosamente enfeudado a quienes tienen como objetivo declarado acabar con España y sus instituciones.

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